lunes, 29 de septiembre de 2008

Capítulo 16

-¡Dios mío!- pensé sin abrir los ojos- ¡Que dolor de cabeza!- me llevé la mano a ésta misma y me incorporé. Poco a poco abrí los ojos y pude reconocer esas paredes blancas, esa cómoda de madera clara, el escritorio con el portátil… ¡Estaba en mi habitación!- ¿¡Qué!?- me puse en pie y corrí al espejo enterizo que tengo en el armario. Llevaba mis vaqueros, mi jersey de cuello vuelto y los calcetines que usé para calzarme las botas. ¿Estaba en casa? Miré el reloj. Marcaba las 8. Medio aturdida bajé las escaleras para comprobar que estaba de verdad en mi casa. En la salita papá veía la tele, Phoebe estaba tirada en el sofá escuchando música y mamá, sentada junto a papá leía una revista. Papá se percató de mi presencia y se giró.
-¡Hombre! ¡La bella durmiente ha despertado!- se puso en pie y vino hacia mí-¿has descansado?
-Creo que aún sigo dormida…-medio sonreí- ¿qué ha pasado?
-Pues nos llamaron del colegio diciendo que habías tenido un pequeño accidente en el patio.- Phoebe se incorporó para mirarme desde el sofá y mamá se giró sobre sí misma.
-Martha y Karen te acompañaron aquí por que te encontrabas mal, ¿no te acuerdas hija?- me quedé callada y asentí al rato. Todo eso lo recordaba pero entonces… ¿nada había sido real? ¿Todo había sido un sueño?
-Me vuelvo a la cama…-me dirigí a la escalera- sigo sin encontrarme del todo bien.
-Mañana sería recomendable que no fueras a clase- sugirió mamá- descansa y ya reanudas la marcha pasado mañana.-asentí a su sugerencia, no me apetecía pensar en nada y tenía una jaqueca horrible como para hacerlo.
-Por cierto- añadió Phoebe colocándose los cascos de nuevo- aprovecha y límpiate el cuello, tienes como una herida en él.- Me quedé helada, toda la flojera que tenía desapareció y salí volando a el cuarto de baño. Subí los escalones de dos en dos y entré rápidamente para examinarme en el espejo. Para mi desilusión, encontré un pequeño arañazo en vez de los dos orificios que hubiera deseado. Me dirigí a mi habitación me senté en el borde de la cama. Creía que iba a empezar a llorar. Resulta que mi aventura y el amor de mi vida ¿habían sido un sueño? ¿Sólo producto de mi imaginación? Puse la cara entre mis manos y me quedé en silencio durante un rato, hasta que tocaron mi puerta.
-¿Quién es?- dije con voz pesarosa
-Te llaman por teléfono- respondió Phoebe
-¿quién?- respondí desagradable- no estoy para nadie
-Es un chico de tu clase…dice que se llama…- hubo un silencio- ¿cómo dices que te llamas? Dice que se llama Jonathan- en ese momento abrí los ojos de tal manera que pareciera que se me iban a salir. Di un salto de la cama y abrí la puerta, Phoebe sostenía el teléfono inalámbrico.
-¿Lo vas a atender?-dijo bajito
-Sí- se lo arrebaté de las manos- gracias- y con una sonrisa le cerré la puerta en las narices a mi hermana-¿Diga?
-Hola Danielle- era la voz aterciopelada de siempre- ¿estás mejor?
-Me duele la cabeza- respondí- ¿eres tú de verdad? ¿No eres un sueño?- medio sollocé
-Soy yo querida-respondió- te debo muchas explicaciones.
-¿Qué ha pasado Jonathan? ¿Y tu padre?
-Está muerto Danielle, le degollé cuando te atacó.
-¿Y mi herida?
-Has pasado mucho tiempo dormida, Susan se ha encargado de curarte. Sólo tendrás una pequeña cicatriz- abrí el cuello de la camiseta y pude comprobar que así era El dolor de cabeza sólo es producto de sus remedios medicinales
-¿Susan?- repetí y entonces me preocupé. ¿Les habría sucedido algo?- ¿Qué ha pasado con ellas? ¿Se encuentran bien?
-Tranquila. Están perfectamente. Me ayudaron a atenderte. Tuviste que ser atendida fuera del palacio. Megan y Susan te atendían, mientras Erika y yo montábamos la guardia. Cuando te recuperaste les di la libertad. Mega ha vuelto a su pueblo con su prometido, Susan y Erika van a formar su propio clan de amazonas. Todo el mundo está bien.
-¿Y por qué parece como si no hubiera pasado el tiempo?
-Es mi habilidad Danielle- me explicó- no puedo explicarte con detalles ahora, pero mientras yo hablo con tigo esta historia está transcurriendo una y otra vez en un tiempo paralelo.
-Quieres decir que… mi otro yo ahora mismo estará siendo atacada por el vagabundo.
-Exactamente- me quedé un rato en silencio analizando toda la información que acababa de recibir. Tenía la cabeza como un bombo y me percaté de que quedaban dos personas por saber el desenlace.
-¿qué pasará con tigo?- se me quebró la voz. Él hizo un silencio y después suspiró.- ¿qué será de mí? ¿De nosotros?
-Te prometo que estaremos juntos pronto- me interrumpió- ahora no podemos, pero no te preocupes, pronto volveré con tigo.
- ¿Soy una amenaza? ¿Soy peligrosa?- le dije-¿te harán daño? ¿Estás tu en peligro?- me atormentaba pensar que él pudiera resultar herido
-La única amenaza para ti se encuentra degollaba en sus aposentos en el año 1476- volvió a suspirar- Danielle, no me queda mucho tiempo, sólo te pido que confíes en mí y que me esperes por favor. Nunca permitiré que te hagan daño.
-Lo sé Jonathan- sonreí
-Tengo que colgar. Te veré pronto amor mío. Te quiero.
-y yo a ti- pero para cuando lo hube dicho ya había colgado.

La vida es algo curiosa. Te ofrece dos caminos. El de vivir la vida como quieres y el vivirla como debo. Me ofreció vivirla como una persona normal, sin preocupaciones y sin riesgos; y me ofreció vivirla enamorándome de un vampiro y viendo peligros que se me vendrán encima. Para bien o para mal la opción que elegí fue la opción del riesgo.
Esa noche miré a la luna por la ventana, pero esa vez la miré diferente, no la miraba como aquella adolescente aburrida; la miraba como la descendiente de una asesina. La vida ha dado un giro de 360º, y ¿sabéis que? Me encanta.

Capítulo 15

-Jonathan, ven a mis aposentos- dijo en voz dura y severa
-Padre…- dijo algo cohibido por su presencia, pero sin soltar mis manos- en este momento no puedo…
-No es una petición, es una orden- respondió bruscamente- quiero veros ya.- y salió de la habitación rápidamente pero sin perder ese aire nobiliario que le caracterizaba.
-Espérame aquí- me intentó tranquilizar- volveré en seguida- me acarició la cara y salió de la habitación. Quería demostrarme que estaba tranquilo, pero no lo era. Sus ojos le delataban. Me quedé un rato dando vueltas alrededor de la habitación, pero no podía más, y salí en busca de Jonathan. Deambulé por los pasillos hasta que recordé donde se situaba la habitación de Lord Henry. La puerta estaba encajada y desde lejos se podía oír al monarca bufar a su hijo en señal de reproche. Me acerqué un poco y sin saber por qué, sentí el irrefrenable deseo de escuchar.
-¡¿cómo has podido hacernos esto Jonathan?!- gritó Lord Henry
-¿Hacer qué padre? ¿Intentar salvar una vida inocente?- le reprochó- ¡no es necesario matar! ¡No somos asesinos!
-Nos mantienen vivos para cumplir una misión. Llevamos muchas generaciones cumpliéndola. Cada uno de nuestro linaje las ha ido eliminando, una a una… pero tú; mi propio hijo se encapricha de ella y nos condena a todos a morir- no entendía nada, pero sus palabra sonaban hirientes. Miré por la rendija de la puerta. Jonathan se veía destrozado.
-La quiero padre…-medio susurró
-¡No hay amor que valga!- repuso lleno de histeria- en pocos meses se convertirá en una asesina, no reconocerá nada de lo que ha vivido, no sabrá quienes somos y nos dará la más cruel muerte. ¿Podrá salvarte el amor de eso? Yo creo que no.- se volvió y le dio la espalda. Jonathan tenía la mirada clavada en el suelo. La levantó lentamente y dirigió una mirada a su padre.
- Eso es lo que le pasó con mamá ¿no?- se me encogió el corazón- no te importaba cuanto la amabas, incluso tuviste un hijo con ella- se señaló- en cuanto supieron que era descendiente de Erzsébet Báthory la mataron sin ninguna compasión- el tono de Jonathan era amargo, como el de un niño perdido. Aunque gritaba, no corrompió su voz. Sentí deseos de ir a consolarle, pero no podía.- y ahora… ¿pretendes que yo haga lo mismo? ¿Qué vea como la matan?
-Por culpa de aquella mujer existimos Jonathan; míranos, siempre jóvenes, siempre perfectos, con habilidades sobrenaturales… y sin embargo ¡repudiados por el mundo!- elevó a su hijo por la blusa- ¡los vampiros no deberíamos existir! ¡Somos monstruos! ¡Asesinos!
-no todos padre…- dijo tranquilamente- ¿Quién te asegura a ti que ella sea la descendiente directa?
-¡Maldita sea Jonathan mira el pergamino! – le señaló una hija amarillenta y algo doblada- la misma cara, los mismos ojos, los mismos labios y el mismo cabello ¡Es ella! ¡Y si no la detenemos se vengará de todos los nobles por lo que le hicieron!- dejó caer el pergamino al suelo y se deslizó cerca de la puerta. Cayó por la parte dibujada y al ver a la mujer, se me heló la sangre. Mis ojos no daban crédito. La asesina de la que hablaban, la mujer a la que debían de matar era…yo. Me llevé las manos a la boca y me agaché para ver mejor la imagen, sin duda alguna, era yo. Sin pensármelo dos veces, me puse en pie y entré en la habitación interrumpiendo la escena.
-¡Danielle!-exclamó Jonathan, cuya camisa aún seguía aferrada por su padre.
-Quiero que me expliquéis esto- dictaminé levantando el pergamino del suelo. Lord Henry soltó una carcajada maliciosa y soltó a su hijo. Se aproximó a mí- exijo una explicación
-Creo que tienes razón -me sonrió- ¿Jonathan, por que no le explicas a tu noviecita el motivo de nuestra discusión?- le miré, pero apartó sus ojos para que no pudiera mirarle- eres un cobarde- le insultó Lord Henry. Se volvió a mí y me tomó del brazo- ya que tu amado no lo hace, lo haré yo- me lanzó en una butaca para que me sentara- toma asiento señorita- y cerró las puertas con llave.- supongo que Jonathan te habrá comentado que somos vampiros de dinero debido a que protegemos a los nobles, ¿no?- asentí. Lord Henry hablaba dando vueltas alrededor mía mientras Jonathan estaba sentado en la cama con las manos en la cara- “¿Por qué nos protegen?” Te preguntarás, pues lo hacen por que tenemos la misión de protegerles de los peligros; concretamente de uno.- hizo una pausa y tomó aire- verás, hubo una mujer, húngara. Una condesa llamada Erzsébet Báthory, sobrina del príncipe de Transilvania, obsesionada con conseguir la inmortalidad. Solía secuestrar a mujeres vírgenes y torturarlas en lo que ella llamaba “la doncella de hierro”, sabes lo que es, ¿no?- la cabeza me daba vueltas y estaba sufriendo arcadas. Claro que sabía que era, la tortura de un ataúd lleno de puntas afilabas que se te clavaban y te desangrabas. Era repulsivo- pues como imaginarás, ella inició el vampirismo pues se alimentaba de la sangre de las doncellas para lucir siempre joven y bella. Contaba con 18 años cuando su tío la condenó, tras haber oído los rumores y escuchado las torturas a las que sometía a las mujeres. Así que decidieron aniquilarla.- Lord Henry me miró. Creía que iba a vomitar en cualquier momento, estaba aterrada con la historia que me estaba contando.
-¡Basta padre, la estas asustando!
-¡Tiene derecho a saber la verdad!- volvió a mirarme- Así que la condenaron por brujería; ejecutaron y la quemaron, pero ella les maldijo a todos. Todas sus descendientes directas al cumplir los 18 años desarrollarían su ansia de sangre y se vengarían de aquellos que las mataron. Nosotros nos encargamos de localizar a las descendientes y aniquilarlas.- y si Lord Henry hubiera podido asesinarme con la mirada, no estaría aquí contando mi historia.
-¡Pero no es siempre así! El linaje de Erzsébet se fue perdiendo a medida que se unía al de los mortales. Ha habido caso en el que la metamorfosis no se daba al caso. Sólo en la generación directa. Sólo ha habido dos casos en los que no se ha sabido si se iba a producir la transformación
-¿Qué quiere decir eso?- me incorporé un poco e intenté sonar firme, pero no lo logré.
-quiere decir que, si la portadora de la sangre de la asesina fuera tu madre, hubieras sido descendiente directa…pero no es así, tu madre no era descendiente por lo tanto tu hermana tampoco… el descendiente es tu padre.
-Por eso nos parecemos tanto…
-Efectivamente señorita, y eso significa que debemos matarte antes de comprobar si eres o no de linaje directo- desenvainó lord Henry su espada y la aproximó a mi cuello
-¡Padre!- gritó Jonathan- si la convertimos en una de los nuestros no se rebelará contra nosotros.
-¡Pero no vas a hacerlo Jonathan, no quieres condenarla!- dijo sin levantar la vista de mí y sin mover la espada de mi garganta- ¡elige ya de una vez! Con nosotros o contra nosotros.- miré a Jonathan. Sus ojos estaban perdidos y él petrificado. No sé que pasaría por su mente, pero sí sabía que pasaba por la mía. Mis sueños de noble, la facilidad que tenía para moverme en la corte, la tranquilidad que sentía aunque fuese un vampiro…todo venía dado por que yo era descendiente de una vampira. Era mi destino. Y yo quería a Jonathan y no me importaba perder mi vida si con ello podía estar con él.
-Muérdeme Jonathan- le dijo en bajo. Él levantó la mirada y Lord Henry me miró complacido- soy la descendiente directa de quien te ha hecho así. Por mi culpa eres lo que eres. Muérdeme, no me quitas nada, por que es mi destino.
-No Danielle, esto que tengo yo no es vida- dijo pesaroso- seré joven, seré inmortal, pero es una vida muy dura. Sabes lo que debes de hacer para convertirte en vampira, la primera condición…
-Es algo horrible, lo sé…- tragué saliva- pero no quiero convertirme en una asesina…
-Piénsalo hijo, si no la haces una de los nuestros habrá que matarla, y si no es por el legado, lo harás por defensa propia… ¿prefieres verla muerta?- Jonathan estaba destrozado. Y yo me sentía lo peor del mundo. Pero ¿qué podía hacer? No quería morir y tampoco convertirme en una asesina. Sólo quería estar con él. Tenía que ser horrible la presión de decidir que hacer con la persona a quien quieres. Fueron instantes de silencio en que ninguno de los tres nos movíamos, pero se hicieron eternos. Finalmente, Jonathan me miró.
-No voy a condenarte a una vida de eternidad- determinó- no, si no tengo la certeza de que no hay más opción.
-¡Maldita sea Jonathan!- Empuñó más fuerte la espada- si no lo haces tú, lo haré yo- me agarró del cuello y empezó a estrangularme. Su fuerza era asombrosa.
-¡Suéltala padre!- y sin saber por qué Lord Henry me soltó. Cuando recobré el aire vi que su hijo le amenazaba las espaldas con otra espalda- tirad el arma.- le ordenó. Lord Henry se resistió pero el ver que su hijo comenzó a clavarle la espada le hizo recapacitar.- Danielle, ven aquí.- me arrastré a sus brazos.- daos la vuelta lentamente padre.- Lord Henry obedeció- ¿te encuentras bien Danielle?- me preguntó mientras, sin levantar la mirada de su padre, me besaba el pelo.
-Pagarás por esto hijo- le amenazó- eres igual que tu madre; sensible y débil. Por eso tuve que matarla.
-¿Qué?- levantó la espada hasta el cuello- ¿De qué hablas?
-Yo también quise salvarla, pero por no ser yo quien le transformara, quise creer que no se rebelaría y así evitaba el matarla. Pero, que su padre fuera del linaje Báthory no impidió que se rebelara, y antes de que se volviera más loca todavía, acabé con ella.- Jonathan se desmoronó. Cayó al suelo de rodillas y a cuatro patas.
-No puede ser…ella era la otra excepción- me arrodillé junto a él- tú fuiste quien la mató…
-Tuve que hacerlo…
-Era tu mujer- susurró
-¡Era mi enemigo!-gritó- pero no te preocupes hijo, pronto te mandaré junto a ella…- levanté la vista. Lord Henry había vuelto a empuñar la espada y se dirigía a su hijo con ella. Jonathan no se movía.
-¡Jonathan, cuidado!- Quise protegerle. Y después todo pasó muy rápido. En una fracción de segundo me encontré tirada en inmóvil en el suelo. Me dolía el hombro. Me llevé las manos a él y al levantarlas las vi teñidas de sangre. De mí sangre. Jonathan me gritaba pero yo no podía oírle. Me levantó y me colocó en la cama. Sus ojos ya no eran violetas. Estaban llenos de odio e ira y teñidos de rojo. Apretó los dientes con fuerza y dejó al descubierto sus fauces. Recogió su espada y se enfrentó con su padre. Sólo recuerdo formas borrosas que se movían de un lado a otro. Intentaba llamarle pero no tenía fuerzas, los ojos se me cerraban, y todo se hizo oscuro.

***

-“¿Dónde estoy? Esto está muy oscuro ¿Estaré muerta?”- pensé. No veía nada. No oía nada. No sentía nada. Sentí una paz increíble.- Qué tranquilidad. No hay dolor, no hay frío, no hay calor… podría quedarme aquí y descansar.- fue entonces cuando oí un lamento lejano- ¿qué es ese ruido?- podía oír mi nombre- “Danielle”- ¿Quién me llama?- poco a poco, los lamentos eran llamadas desesperadas- ¡Por favor despierta! ¡Vuelve!
-¿Quién me llama? - ¿quién podía quererme a mí? Yo no era nada ni nadie como para que alguien me echase de menos.
-Danielle… por favor…- suplicó la voz- vuelve con migo…- Era la voz de un hombre… ¿Papá? No, Jonathan… me había olvidado de él. No me había despedido. No podía morir sin decirle adiós. Quiero volver, me decía. Tengo que seguir la voz… tengo que ir con él… eché a correr en busca de la voz de mi amado. Si debía morir, quería decirle adiós.
-Danielle…no te vayas…- decía la voz en medio llanto. Se alejaba…cada vez la oía más lejana.
-¡No!- gritaba- ¡No te vayas! ¡No quiero morir! ¡Quiero estar con tigo…! ¡Quiero estar con tigo!
Entonces vi una luz que cegó mis ojos, y aunque tenía miedo y no sabía que significaba avancé a ella.

***

-Dios mío Danielle…- sollozó él- ¡despiértate! ¡Maldita sea! ¡Despierta!- con gran dificultad lo fui haciendo. Sólo podía ver figuras borrosas, pero lo escuchaba todo. Quería hablar y moverme pero no podía. No tenía fuerza. Emití un leve quejido y Jonathan se puso aún más nervioso.- ¡Estás viva! ¡Amor mío!- me tomó y me apretó contra su pecho, pero me hacía daño, y me quejé.- lo siento…- se desgarró la blusa y empezó a anudarla a mi hombro con fuerza- así espero que se pare la hemorragia. – me cogió en sus brazos y me aferró como con miedo a que me fuera a ir, medio me acunaba como a una niña pequeña. Estuvo largo rato en silencio- perdóname Danielle- dijo al fin- te he tenido engañada todo este tiempo.- suspiró- nunca te traje para que hicieras esa ridícula competición… lo hice para salvarte de nosotros mismos…- le miré. Estaba tan desconsolado, que si él hubiera podido habría roto a llorar hacía rato- nunca tuve intención de elegir a Susan, Erika o a Megan…sólo las tenía aquí para resguardarlas de peligros mayores, cómo hice con tigo.- me apretó contra sí- sólo quería evitar una muerte injusta. He vivido muchas décadas viendo como asesinaban a chicas inocentes, y no quería que te hicieran lo mismo…jamás pensé que me enamoraría de ti- me cogió la cara con una mano- pero jamás me arrepentiría por que eres lo mejor que me ha pasado nunca; y no quiero que mueras... por favor, no quiero ser el culpable de tu muerte también… Te quiero.-
Cada vez me iba sintiendo más y más cansada, acerté a sentir como dos lágrimas caían de mis ojos. Yo también le quería. Él había sido lo único que me había hecho sentir especial. Quería hablarle, quería decirle que le quería, pero la fuerza me iba abandonando poco a poco. Y me quedé dormida bajo el arrullo de su voz y entre sus brazos.

Capítulo 14




Tras hablar con Megan, volví a mis aposentos y me tumbé en la cama, con los brazos tras de mi nuca. Me dediqué a pensar un poco en toda la información que había recopilado. Estaba conviviendo con vampiros a los que no les afecta la luz del sol, no les afecta los ajos ni los crucifijos. Se alimentan del ganado, aunque veo que Lord Henry se muere por volver a probar la sangre humana. No lo pude evitar, me dio un escalofrío sólo de pensarlo. Algo interrumpió mis pensamientos, estaban tocando a la puerta. Me incorporé y me dirigí a abrirla. Era Jonathan que llegó con un par de manzanas rojas.
-¿puedo pasar?- asentí con la cabeza y le abrí la puerta- pensé que querrías algo de postre- me lanzó la manzana y logré atraparla en el aire. Jonathan se acercó a la zona de mi ventana, sentándose en el umbral con una pierna flexionada y otra colgando. Me quedé dándole vueltas a la fruta, en realidad le daba vueltas a la cabeza, hasta que decidí arriesgarme.
-Oye Jonathan…lo que ha pasado antes…
-Perdona a mi padre- me interrumpió- entre su mal carácter y que se ha cansado de alimentarse de animales… en realidad no es así; sólo que últimamente está algo inquieto.
- puedo saber ¿por qué?- mordí la manzana mientras me sentaba al borde de la cama.
-Por que tenía que zanjar un asuntillo y resulta que se le está escapando de las manos.- sonrió- en parte está enfadado con migo por eso…
- ¿Por qué?- él me miró abrió un poco la boca como para responderme pero al final no dijo nada, sólo sonrió y me dio un golpecito en la nariz con su dedo.
-No seas tan curiosa- me enseñó sus preciosos dientes en una amplia sonrisa. Tenía que reconocer lo guapísimo que era.
-¡Qué rabia me da que nadie me quiera contar nada!- medio pataleé- la única que me cuenta algo es Susan.
-¿sin?- se volteó a mirarme- ¿sobre qué?
-Me estuvo comentando cosas de vosotros…- acerté a decir con la boca llena.
-¿de nosotros?- repuso intrigado Jonathan
-me refiero…de los vampiros- traté de decirlo con la mayor suavidad posible. Jonathan estalló a carcajada limpia
- no tengas reparo en decirlo…para mi no es insultante ser un vampiro-sonrió mostrando su fabulosa dentadura- y bien, ¿que te estuvo contando?- me dedicó una de sus miradas llena de curiosidad y emoción.
-Pues que lo que teníamos entendido en mi época era mentira- dio un pequeño brinco de sorpresa- me refiero, que nada de ajos, sol, crucifijos etc.
-La verdad es que en el siglo XXI os encanta complicaros- rió entre dientes- como puedes comprobar… no nos pasa nada, lo único que es verdad es que la luz reduce nuestros poderes. Teniendo en cuenta que somos criaturas de la noche, es lógico que la potencia de nuestros poderes aumente durante la oscuridad.
-Entonces… ¿nada puede mataros?- pregunté intentando disimular el temblor de mi voz
-claro que si- respondió seriamente- somos inmortales a todo lo que los humanos respecte, pero como toda criatura viva o muerta podemos ser aniquilados.
-¿Sí? ¿Y cómo?- se giró para mirarme fijamente a los ojos durante unos breves instantes, guardando silencio, para al final sonreír.
-ni creas que te lo voy a decir- respiró hondo- ¿Qué más te dijo Susan?
-Bueno, también me habló de la conversión en vampiro y de las mordidas… pero no se explicó bien…- le dejé caer la idea, para ver que podía sacarle
- ¿Qué quieres saber en concreto?-se interesó y sonrió con picardía
-¿Cómo es el tema de la conversión de un vampiro?-pregunté- ¿En que consiste?
- bueno, lo primero y principal es que sea de noche. Si no es imposible la transformación…es más lo más probable es que si un vampiro muerde de día, acabe matando a su víctima. Similar a la mordida de un animal salvaje. Sin embargo por la noche somos más dueños de nosotros mismos, es decir, nuestra mordedura corrompe vuestra sangre- escuchaba fascinada como Jonathan relataba sin temblor alguno como “se comía” a la gente. Pero su voz era tan melódica que parecía el más bello relato de princesas- primero os mordemos para que poco a poco vayáis muriendo, pero hay un momento exacto en el que nosotros retiramos vuestra corrompida sangre sin dejar que os mate por completo. No estáis vivos, pues vuestro corazón no late, pero no estás muerta del todo… somos no-muertos- mi ojos se abrieron de par en par. No se parecía nada a las películas de miedo en el que te mordía y automáticamente te salían colmillos. Estaba fascinada- Danielle, ¿estás bien?
-si, si…- titubeé- perdón, me he quedado embobada…- mentí, me estaba imaginando la escena de Jonathan mordiendo a alguien, es más recordé la cara de la noche anterior. Los ojos rojos, la sangre recorriéndole los labios y chorreándole por los labios resaltando su pálida piel… no pude evitarlo, me recorrió un escalofrío. Lo admito, dentro del terror que pudiera infundir la escena…era súper sexy verle en esa pose de animal sin control.- por favor continúa
-Después de que se recobre la conciencia, tenéis que beber la sangre de un humano, obligatoriamente.- suspiró- no me siento nada orgulloso de esa parte; por que además no puede ser de un humano cualquiera, tiene que ser una joven virgen. Una vez que lo has bebido, ya da igual de que tipo de sangre te alimentes.
-Eso es terrible…- me llevé las manos a la boca
-Lo sé, y ahora es peor, por que lo que hacen las mujeres de hoy en día es perder la virginidad cuanto antes y evitar ser mordidas.- puso su cara entre las rodillas.
-Pero…eso es bueno ¿no? Digo, si no hay vírgenes no podéis convertir a más gente…
-No Danielle, se les sustituye- me miró con vergüenza y tristeza- por niñas…- mi pánico se me tuvo que notar pues volvió a poner su rostro entre sus piernas mientras descansaba sus brazos en las rodillas.
-Y tu…- tragué saliva sonoramente-¿tu que bebiste?- levantó rápidamente la mirada para clavarla en mis ojos buscando compasión y perdón.
-Tenía 10 años…- bajó la mirada- no lo supe hasta que fui un vampiro completo. Me sentí tan mal con migo mismo que, durante mucho tiempo, busqué la forma de quitarme la vida, o lo que quiera que me mantenga en movimiento. Pero descubrí que sería en vano, sería como tirar a la basura la sangre de aquella niña.- no lo pude evitar, se me empañaron los ojos. ¿Sería posible que un vampiro se arrepienta de haber bebido sangre humana? Que venga Bram Stocker y lo vea.- decidí llevar la contraria a toda mi especie, decidí no ser un asesino. Por eso me alimento de sangre de animales… sé que nunca podré reparar el daño hecho pero…- se llevó el puño a la boca. Él quería llorar, pero no podía, estaba muerto. Mi corazón se encogió. Se sentía avergonzado de su condición de vampiro, tenía buen corazón, aunque no le latiese.
-No fue tu culpa Jonathan… no elegiste a esa niña- no había hecho daño a nadie. Soy un ser repulsivo.
-No lo eres Jonathan…-dije en medio susurro. Él se puso en pie y dirigió su mirada a la ventana.
- Danielle, tengo 120 años, y sigo manteniendo la apariencia de la edad con la que dejé de ser humano….es decir 18. Me alimento de la sangre de otros seres vivos… soy un monstruo.
-No lo eres…has sabido controlarte y has refrenado tus deseos de sangre humana para no hacer daño. ¿Por qué te torturas tanto?
- Danielle, cuando me alimento me dejo llevar por unos instintos puramente animales y no controlo. El día que me viste…
-Te controlaste Jonathan, podrías haberme matado, pero no lo hiciste- le dije en voz alta. Me dolía verle tan martirizado y torturado por su propia existencia.
-¡Me controlé por que estaba saciado! ¡Si hubieras llegado cinco minutos antes seguramente no estarías aquí!- enmudecí. Recuerdo aquella mirada de animal que tenía. No parecía el mismo, no era dueño de sí. Pensé en sus últimas palabras. “me controlé por que estaba saciado”. Comencé a temblar discretamente mientras la lluvia golpeaba más violentamente mi ventana. Ante mi silencio el volvió a mirar por la ventana, esta vez con un brazo apoyado en el umbral y a su vez con su frente apoyada en su brazo.
-Lo mejor hubiera sido que nunca hubiera existido…-dijo con desanimo
-No digas eso…
-Sí lo digo, hubiera sido mejor para todos, sobretodo para…
-¡Déjalo ya!- le interrumpí con voz en grito- ¡No puedes vivir condicionado por el pasado! Cometiste un error y te has esforzado por enmendarlo, ¡pues ya esta!
- Danielle no se trata de un error de equivocarse de calle, o perder una carta… ¡He arrebatado una vida humana! Si yo no existiera esa niña seguiría viviendo y correteando felizmente, yo no le hago falta a nadie, mi padre se avergüenza de que si hijo y heredero sea incapaz de cumplir el legado de su familia, en cualquier momento puedo perder el control sobre mi y matar a la gente inocente…y de las muchachas… no recibo amor alguno… es frustrante Danielle…no tengo motivos…- se echó su sedosa melena hacia atrás y bajó las manos por su cara en señal de desesperación. Una especia de ira y tristeza me recorría el cuerpo, y me sentía a punto de estallar.
-¿Motivos para que?-dije con una mezcla de frustración y enfado
-Para vivir… no le importo a nadie- dijo mientras me retiraba la mirada con pesadumbre.
-¡Maldito estúpido y egoísta!- le chille- ¡Hay muchísima gente que te quiere! ¡Susan te adora! ¡Tu padre seguro que te quiere! ¡Erika te tiene afecto a su manera! ¡Yo también te necesito! ¡¿Por qué ignoras nuestros sentimientos!?- ya está. Ya lo había dicho. Me había declarado sin darme cuenta. Ni yo misma lo supe hasta ese mismo momento en el que me imaginé que hubiera sido de mí sin la existencia de Jonathan. Hubiera seguido mi vida monótona y sin sentido. Le quería y se lo había dicho.
No fue hasta ese mismo momento no me había dado cuenta de que estaba llorando y que las lágrimas brotaban de mis ojos como agua de las fuentes. Nos quedamos mirándonos el uno al otro durante unos minutos sin decir absolutamente nada. Después el avanzó a mí lentamente mientras yo secaba mis lágrimas en la blusa de mi camisa. Se detuvo frente a mí y con su mano levantó mi cara para que le mirase. Sonrió con ternura
-¿Sabes?- le miré- no estás nada guapa cuando lloras- reí con risa nerviosa- pero ten envidio. Es cruel poseer la inmortalidad y ser incapaz de llorar.- bajé la mirada en señal de vergüenza- Gracias Danielle.
-Por… ¿por qué?- dije con dificultad por la congoja
-Antes de que tu aparecieras, estaba muerto.- se me encogió el corazón- y tú me has hecho ver más vida de la que recuerdo. Eres la exposición viva de los sentimientos que había perdido. Querría agradecértelo…a mi forma.-lo último lo dijo en casi susurró consiguiendo que la piel se me erizase. Limpió mis lágrimas con sus pulgares y aproximó su cara a la mía. Antes de sucumbir al deseo de cerrar los ojos y dejarme llevar, pude ver en todo su esplendor sus brillantes ojos violáceos. Tenían un brillo especial. Estaban llenos de luz…llenos de vida. Entonces cerré los ojos y lo único que sentí fue como una suave textura de sabor ya conocido se posaba en mis labios. Nos fundimos en un beso. Mi cabeza comenzó a dar vueltas y las piernas me flaqueaban. El me sostuvo con ambos brazos por mis hombros, mientras mis manos se apoyaban en su escultural pecho. La temperatura me subió y sin embargo a la vez no podía dejar de temblar. Jonathan se separó.
-¿creíste alguna vez que íbamos a acabar así el primer día del curso?- sonrió mientras su nariz rozaba la mía
-Jamás…con lo que te he odiado…- ambos dos sonreímos y nos proponíamos a besarnos de nuevo cuando la puerta se abrió escandalosamente. Al girarnos vimos allí a Lord Henry.

martes, 23 de septiembre de 2008

Capítulo 13

Capítulo 13

Después de la “clase de esgrima” decidí pasearme por los jardines del castillo. Eran enormes y silenciosos. Perfectos para oírme pensar, lo malo era, que no quería escucharme. Me atormentaba a mí misma cuestionándome el motivo por que había visto a Jonathan en mi mente. Debería haber visto a mamá o a papá… incluso a Phoebe o a Martha y Karen… pero a nadie de ellos. Vi a Jonathan. Algo interrumpió mis pensamientos. Era una voz cantando. La seguí y encontré a Susan atareada en el jardín. Cortando rosas, plantando violetas y así innumerables especies de plantas que desconozco. Se volvió al percatarse de mi presencia y me dedicó una de sus encantadoras sonrisas.
-Hola Danielle –agitó su mano escondida en unos guantes blancos ensuciados de tierra negra.
-Hola Susan- me agaché junto a ella- rodeada de flores otra vez, ¿no?
-Lo prefiero a estar con el arco como Erika o en mi cuarto encerrada como Megan-sonrió colocando una planta en un hoyo.- ¿Hablaste con Jonathan?
-Sí, todo ha ido bien- sonreí intentando parecer convincente
-Me alegro- sonrió y siguió en sus labores. Pasó un rato en el que no nos dijimos nada hasta que rompí el silencio.
-Oye Susan…- levantó la vista- ¿podrías hablarme un poco de los vampiros?
-¿qué cosa en concreto?- siguió haciendo cosas
- No sé… lo que sepas…- me encogí de hombros
-Pues…-pensó- la verdad es que te seré de poca ayuda por que los secretos y las habilidades vampíricas se van adquiriendo por décadas. Sé que cada vampiro tiene unas habilidades base que son el desarrollo de los sentidos, la velocidad y la fuerza, pero además cada uno desarrolla una habilidad especial distinta. Por ejemplo, Jonathan tiene la habilidad de saltar en el tiempo, yo tengo la habilidad de calmar a las fieras, Lord Henry según tengo entendido es capaz de volar o algo… pero eso varía mucho.
-Vaya…- era bastante interesante. Es decir todos seguían unas mismas pautas pero cada uno de ellos tenían un don especial- ¿qué más puedes contarme?
-Poco…- me respondió sin levantar la vista de la tierra
-¿Por qué no te afecta la luz del Sol?
-¿por qué debiera hacerlo?- me miró-que no esté viva no significa que no pueda hacer una vida “normal”- entrecomilló con sus dedos- ¿Qué pensabas? ¿Qué me convertiría en ceniza o algo?-rió divertida. Lo que no sabía ella es que en realidad era lo que yo pensaba.
-¿Qué opinas de los ajos?- me miró extrañada
-Haces unas preguntas muy raras- siguió trabajando- pues son una planta como otra cualquiera…
-Pero… ¿no te afecta su olor?
-No es igual que el dulce aroma de los lillium, pero se soporta.
-Entonces no te molesta
-No más que el de otra verdura, ¿por qué?
-Por nada…- no le afecta el sol, no le afecta el olor de los ajos… ¡qué vampiros más raros son!- oye… ¿y las joyas te gustan?
-¡Oh, sí! – exclamó alegre…no dejaba de ser una niña- me apasionan, tengo varias desde que vivo aquí.
-como por ejemplo…
-Por ejemplo, pendientes de oro, brazaletes de piedras preciosas, rosarios de cristal y piedras…
-¿Rosarios? ¿Te gustan los crucifijos?
-¡Oh sí! ¡Me encantan! De hecho…- se volvió para mirarme y explicarme mejor- Jonathan dice que para alguien de mi edad queda poco favorecedor, pero tengo un colgante de una cruz de rubíes que va enganchada en un cinto de terciopelo negro precioso- sonrió alegre y yo la miré fingiendo interés en la joya. Ni crucifijos, ni agua bendita, ni ajos… ¡¿qué clase de vampiros son?!
-Señoritas, la cena está servida- nos anunció una de las sirvientas desde la ventana. Nos pusimos en pie y Susan me fue contando una por una las joyas que albergaba en su joyero, pero mi mente estaba bastante alejada del tema de conversación. Entramos en el salón comedor. Era enorme, por no decir gigante. Había una enorme mesa de madera oscura de gran grosor, y a cada lado enormes butacones de madera del mismo color, pero con remates dorados. Presidía la mesa un hombre de unos 30 años, muy apuesto. Tenía los ojos claros y una buena percha. Llevaba una gran capa roja carmín sobre sus hombros, y lucía una vistosa blusa púrpura.
-Erika- le pregunté cuando me senté a su lado- ¿quién preside la mesa?
-Danielle…ese es el padre de Jonathan, Lord Henry
-¡Tan joven!- medio exclamé, pero Lord Henry pareció no haberme escuchado. Todos tomamos asiento. Megan se sentó a la izquierda de Lord Henry, con el rostro cabizbajo. A la derecha de Megan estaba la alegre Susan, sentada correctamente como una señorita, pero inquieta como una niña, frente a ella estaba yo, y a mi izquierda estaba Erika, cuyos modales eran poco refinados y se sentaba con los codos apoyados en la mesa, y a mi derecha había un sitio libre, que intuyo, sería el de Jonathan.
-¿Dónde está mi hijo?- preguntó en voz alta-
-No le hemos visto en todo el día…- respondió Erika
-Aunque Danielle si ha hablado con él, ¿no?- puntualizó Susan y los ojos de Lord Henry se clavaron en mí.
-¿Quién eres?- preguntó sin modales algunos
-Me llamo Da- Danielle- tartamudeé
-¿Y qué haces aquí?
-Me…me trajo Jonathan- tragué saliva. Los ojos del noble me hubieran atravesado si hubiesen podido. Su rostro fiero y afilado, pero atractivo, su cabello rubio y rizado como una figura griega, me incomodaban de sobremanera.
-¿Qué relación guardas con mi hijo?- me preguntó de manera agresiva pero sin salirse de tono. Sabía que era el centro de todas las miradas de los que estábamos sentados en la mesa y los que no, pero no podía retirarle la mirada. ¿Qué relación había entre Jonathan y yo? Ni yo misma lo sabía. En ese momento, como ángel caído del cielo, apareció “el Rey de Roma”. Se había cambiado de ropa y ahora llevaba puestas unas mallas marrones con una blusa color mostaza y un chaleco marrón.
-Disculpad mi retraso padre- dijo mientras tomaba asiento- estaba aseándome
-Sabes muy bien que detesto las impuntualidades- le repuso con ojos fieros
-Padre no he tardado tanto, no hagamos un drama de esto ¿de acuerdo?- Lord Henry parecía furioso, pero Jonathan actuaba como si no le viera
-Sois un insolente.
-Odette- ordenó Jonathan ignorando a su padre- por favor servidnos la cena- la sirvienta hizo una reverencia y fue a la camarera en busca del plato principal. Retiró la tapa de plata de la fuente y descubrimos la cena del día. Asado. Olía de maravilla y nos sirvió un trozo a cada una. Bueno, a Megan, Erika y a mí. Acto seguido tomó una copa de cristal y la colocó frente a Susan, llenándola de lo que deduzco, sería sangre, y acto seguido sirvió en un cáliz de oro a Lord y Henry y a Jonathan por último en uno de plata.
La cena transcurrió en silencio, la comida estaba deliciosa y acabé llena; incluso llegué a ignorar el hecho de que Lord Henry no hacía más que mirarme con odio. Odette apareció de nuevo para retirar los platos.
-Estaba todo delicioso- dijo Jonathan al fin rompiendo el silencio- Estoy lleno.
-Exquisito- le siguió Susan
-Estaba asqueroso- repuso de mala gana Lord Henry
-Padre, no digáis tonterías- le contradijo Jonathan- El ganado de este año está saliendo muy bueno, y su sangre es deliciosa.
-ganado, ciervos, liebres… ¡estoy harto!- vociferó poniéndose en pie- ¡somos nobles, no pordioseros! – Todas nos quedamos heladas y mirándonos la una a la otra. Jonathan miró con aspecto serio a su padre y dirigió la mirada a Odette.
-Por favor, retiraos todas las sirvientas.- aterradas hicieron la usual reverencia, dejaron todo como estaba y salieron por la puerta despavoridas- padre, no hace falta que hagas escándalos.
-¿Escándalo?- le miró fiero- ¡llevo alimentándome de ganado décadas! ¡no pruebo la sangre humana desde tu transformación!
-Padre… tranquilizaos- aunque trataba de mantener la calma, estaba nervioso- Erika, Megan y Danielle, hacedme el favor de retiraros…- nos ordenó-¿Por qué?- repuso su padre desafiante- ¿tienes miedo de que las ataque?- y tomó la mano de Megan, quien apenas se movía- puedo oírla…-cerró los ojos y colocó la muñeca en su oído- su sangre circulando rápidamente…- abrió los ojos con aire deseoso. En un abrir y cerrar de ojos Jonathan se encontraba interponiendo su mano entre la de Megan y el rostro de su padre.
-Ya está bien padre, la estáis asustando- le miró fijamente. Pareciera como si entre ellos se dijeran algo, pero no cruzaban palabras.- retiraos todas, tú también Susan- y obedecimos como el rebaño obedece al pastor. Salimos en silencio y sin mediar palabra. Megan encabezaba la fila y se encerró en su habitación. Me paré en seco en medio del pasillo y Erika y Susan imitaron su comportamiento. Sin mediar palabra se encerraron en sus aposentos. Cuando me hube quedado sola, reflexioné acerca de lo que había pasado. Pensé en el mal rato que tuvo que haber pasado Megan y me dirigí a su habitación. Toqué a la puerta, pero nadie respondía. Pasados unos minutos, me aventuré a abrir yo misma la puerta y entrar. Allí estaba Megan, en su butaca, mirando por la ventana con los ojos tristes y asustadizos. Pareció extrañada por mi visita, pero no se movió de su sitio ni cruzó palabra alguna.
-Hola…-dije bajito cerrando la puerta delicadamente- venía a ver como estabas…- ella bajó la mirada desviándola de mí- supongo que has pasado un mal rato allí…- continuó en silencio- bueno…suerte que Jonathan ha intervenido ¿eh?- me fui aproximando donde ella, hasta encontrar otra butaca más pequeña que estaba frente a ella. Suspiré profundamente- mira Megan…sé que llevas dos años sin hablar con nadie, y no pretendo que empieces a hacerlo ahora…sólo espero que si alguna vez necesitas pedir auxilio a alguien, levantes la voz. Por que todas aquí estamos en el mismo barco. ¿De acuerdo?- ella levantó su vista para clavar sus ojos grises en mí. Parecía examinarme, como para asegurarse de que mis palabras eran sinceras. Entonces lentamente se acercó a mí, me tomó de una mano y me sonrió. No hizo falta nada más. Sabía que cuando necesitase ayuda, la pediría.- Bueno, tengo que retirarme ya- me puse en pie- recuerda lo que te he dicho, ¿vale? – ella asintió- hasta luego.
Salí de aquella habitación con una mezcla de sentimientos. Alegría por haber ayudado a Megan, miedo por lo sucedido en el comedor, imaginando que hubiera sido mi muñeca la que corría peligro e intriga, por que aún no conocía todo lo que rondaba por el castillo.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Capítulo 12

-Buenos días…- escuche a una voz lejana- o debería decir, tardes dormilona- me recordó a mi hermana Phoebe. ¿Estaba en casa?
-¿Phoebe?...- dije con voz aún adormilada- y con los ojos medio abiertos me pareció reconocer su melena rubia y sus ojos claros.
- ¿Phoebe? Creo que vas a necesitar dormir más, ¿eh?- la voz sonó más infantil y entonces la imagen que veía borrosa se fue clareando. Era Susan.
- mmm…- me froté los ojos- ¿cuánto llevo dormida?
- pues… un día y medio- respondió- tuviste un pequeño percance en el bosque por lo que parece ser…
- ¿sólo pequeño?- mustié- no he pasado más miedo en mi vida…- me incorporé en la cama
- ni más frío intuyo- me volví a mirarla- las sirvientas comentan que eras un bloque helado.- ni me acordaba del frío. El pánico en aquel momento era tal que no tenía sensibilidad en ninguno de mis extremidades…y sin embargo, pude notar la mano fría de Jonathan sobre mi cabello.- te he traído unas flores- sonrió Susan dejando al descubierto su perfecta dentadura y tendiéndome un colorido ramillete de flores.
-Gracias- sonreí- que detalle… huelen de maravilla
-Dame, las pondré en aquel jarrón.- se levantó y se dirigió a la mesita que se encontraba justo en frente de la chimenea y del butacón.
-Oye Susan- se giró a mirarme con el jarrón en las manos- y Jonathan que dice…- no lo podía evitar, era pronunciarle y se me encogía el corazón.
-Pues estaba nervioso…- depositó el jarrón en la mesa y volvió al borde de mi cama- se quedó muy preocupado por ti. Tienes suerte de que te encontrara, si no…esos vampiros furtivos no hubieran dejado nada de ti. ¿En que estabas pensando al dirigirte al bosque?
-¿Cómo?
-Jonathan no nos ha explicado nada, simplemente que estabas en el bosque y que casi te matan, pero nada más- eso significaba que no les había dicho nada de que le pude ver.- ¿Por qué estabas en el bosque?
-Verás Susan…- traté de buscar una excusa convincente- quería huir de aquí. Estoy retenida contra mi voluntad y quiero ser libre- mentí, aún no sabía muy bien por qué, pero lo hice.
-Pues…yo creo que debería ir a darle la gracias a Jonathan…es lo mínimo, ¿no crees?- tenía toda la razón. Desde que pasó el incidente no habíamos hablado, claro que si tenemos en cuenta que estaba en un estado de sueño profundo pues es lógico.
-Tienes razón- asentí y ella sonrió con satisfacción- ayúdame a vestirme por favor, pero que no sea ningún vestido pomposo- Susan soltó una sonora carcajada y me dio el traje de amazona, que al menos no era falda, si no pantalón; aunque casi pierdo la respiración cuando Susan me ciñó el corsé a la blusa zíngara que llevaba. Tuve que recordarle que, a diferencia de ella, yo necesitaba respirar. Cuando me hube terminado de vestir pregunté a los soldados dónde podría encontrarle. Siguiendo las indicaciones, llegué al patio cercado del palacio. Estaba luchando contra un maniquí hecho de sacos y madera, armado con una espada y un escudo. Peleaba con furia pero con destreza…seguía llevando la misma blusa de aquella noche; es decir, no se había cambiado.
-Terminarías antes si luchases con tus propias manos- dije finalmente apareciendo en escena con mis brazos cruzados.
-¡Danielle!- sonreía feliz- ¿Cómo te encuentras?
-Bien- respondí devolviéndole la sonrisa- gracias a ti…
-Escucha… lo que viste la otra noche… lo siento… yo…
-Mira Jonathan- le interrumpí- actué como una idiota… no debí haber huido hacia el bosque sabiendo los peligros que hay en el. Tú me salvaste y te has preocupado de que descansara; así que si hay alguien que te debe una disculpa soy yo. Lo siento- se acercó a mí, había bajado la mirada y se encargó de que con su grácil mano la levantara
-Lo único que me importa es que estés sana y salva- y me sonrió con esa sonrisa cálida e hipnotizante que tiene. Fijé mi vista en él y buscaba escapatoria a esos ojos que me cortaban la respiración.
-¿Me enseñarás a usarla?- le dije señalando la espada de su mano- tu sabes…por si tengo que luchar contra un vampiro…- Jonathan soltó una risotada.
-Depende de con cual quieras batirte…- la empuñó correctamente y me la tendió- intenta cogerla.- Entiendo el motivo por el que decía “intenta”. Pesaba una barbaridad…casi no podía levantarla con una mano y tenía que hacer un esfuerzo para empuñarla con dos.- Esta es la pose de preparación- sostenía la espada por el mango a la altura de su pelvis y con las piernas levemente abiertas e inclinadas- te permite moverte a cualquier dirección y viene bien para distancias cortas. Ven- me llamó y me colocó justo en frente del maniquí- atácale.
-¿cómo?
-Finge que es tu adversario. ¿Cómo te defenderías de él?- empuñé la espada como pude y di un golpe vertical muy flojo…quedándose mi espada atrancada en el torso…o mejor dicho, el barril que actuaba de torso.
-Debería hacer unas pocas de pesas antes…-intenté bromear avergonzada de mi debilidad.
-Tu lo que necesitas es la situación. – se giró y se desanudó el cinto que llevaba en el pantalón. Me giré y le miré algo escandalizada.
-¿qué haces?
- Espera…- y se desató el cinto – ahora cierra los ojos…- aunque dudé en hacerlo obedecí. Noté entonces que él cubría mis ojos. Ató el nudo y se aseguró de que no veía nada. Me sostuvo por los hombros para erguirme y me colocó.- Ahora, imagina que tienes a tu adversario delante. Va a atacarte y es un duelo cuerpo a cuerpo. Estáis los dos, pero solo uno sobrevivirá. Tienes que elegir.- hablaba con dulzura y tranquilidad a mi oído, e imaginé la escena. Recordé a aquel vagabundo que me atacó, y también al vampiro furtivo de la noche anterior. Si no hubiera sido por Jonathan…no estaría viva. Un halo de tristeza ahondó en mí. ¿A quien le importaba lo que me hubiera pasado? Nadie me echaría de menos. Baje las manos dejando que la punta de la espada cayera en el suelo
-¿qué haces?- me preguntó
-Lo que haría en el momento- respondí apática- dejar que me matara- hubo un silencio incómodo. Supongo que Jonathan estaría asimilando el concepto de por qué era yo medio suicida.
-¿por qué?- preguntó de pronto. No me lo esperaba. Realmente me esperaba una regañina.
-por que yo no importo en la vida de nadie- respondí tajante. Realmente era lo que pensaba. Sabía que había gente que me quería pero yo no era indispensable.
- Entonces…-prosiguió tranquilamente el- piensa en una persona a quien quieras- obedecí pero era incapaz de elegir un rostro- imagina que el enemigo le tiene a punto de caramelo, y que va a acabar con su vida. ¿lo permitirías?- su voz se tornó en un tono más duro, como cuando el narrador de un cuento ensombrece su voz para darle énfasis a la escena de acción- estás armada y no tienes tiempo para reaccionar…- noté como me soltaba los hombros y la zona que sus manos habían ocupado notó el roce frío del aire. Estaba oscuro y podía ver el cuerpo de alguien de rodillas a punto de ser degollado por alguien. Se giró. No podía permitirlo. Era lo único que había dado emoción a mi vida y la había cambiado. No podría permitir que me lo arrebataran. Saqué fuerzas de donde no las tenía y alcé mi espada para clavarla en el contrincante. Di un grito desgarrador. Y entonces hubo un silencio. Me quité la venda de los ojos y vi que mi espada había atravesado el maniquí. Me giré para mirar a Jonathan y el me sonrió.
-Siempre importas en la vida de alguien- se acercó a mí- si luchas pensando en los que amas… nunca perderás - miró al maniquí- la persona a la que estuvieras defendiendo es afortunada; la debes de querer mucho- volvió a sonreír me besó una mano y se retiró. Solté la espada y caí de rodillas al suelo. Si hubiera sabido que en quien estaba pensando era él…

lunes, 25 de agosto de 2008

Capítulo 11

Capítulo 11

Tocada y hundida. No había nada que pudiera hacer contra un vampiro, me superaba en fuerza y velocidad, además de ser inmortal. Estaba tan condenada como ellos, no podía huir, no tenía donde ir…me vine abajo. Volví a mirar por la ventana. Me fijé en la neblina que decoraba los recintos privados de Jonathan, mientras lo hacía, sentí como se aproximaba a mí. Suspiré profundamente.
-¿Por qué me has traído aquí?- pregunté con un halo de rendición
-¿cómo que por qué te he traído aquí?- preguntó Jonathan confuso- ¿tengo que recordarte la historia de mi descendencia y boda?
-No te hagas el tonto- dije molesta- todas tus “candidatas”- entrecomillé- tienen motivos para estar aquí y tenerse que casar con tigo. Erika, para poder llevar a cabo su venganza contra los turcos, Susan lo hace feliz de la vida, pues te está agradecida por haberla salvado; y Megan…- La impotencia se apoderó de mí. Me mordí el labio inferior en señal de rabia- de ella mejor ni hablar por que lo que hizo tu padre con ella me revuelve el estómago- le miré desafiante e hice una pausa- pero aún así... tienes ¡tres mujeres! ¡No una, ni dos! Nada más y nada menos que ¡TRES!- fui hacia el lado de mi cama, en el camino le di un golpe con el hombro en señal de enfado y desprecio- ¿Para que me quieres? ¡No soy de esta época! ¡Te conozco de dos días mientras que Erika lleva aquí un año casi, Megan lleva dos y Susan…no tengo ni idea del tiempo que lleva aquí, la verdad, pero seguro que muchísimo!- comencé a llorar sin darme cuenta- Déjame ir- le medio supliqué- tengo una familia, unos amigos y una vida…- me senté en la cama, estaba agotada. Las lágrimas caían de mis ojos sin que yo pudiera controlarlas, y odiaba que me vieran llorar. Me sequé los ojos, algo inútil por que seguían cayendo. Traté de sonar un poco más firme- dame un solo motivo por el que deba quedarme… con eso me basta
Jonathan me miró fijamente sin moverse del sitio. Su mirada mezclaba sentimientos como la rabia, impotencia y compasión. Se fue aproximando poco a poco a la cama hasta que estuvo frente a mí. Entonces se arrodilló y con su pulgar me limpió las lágrimas y acto seguido sostuvo mi cara entre sus manos. Mi corazón daba un vuelco cuando acortaba distancias.
-Sé que piensas que soy cruel y malvado. Que soy un egoísta y que sólo me importo yo- el tono de tristeza que utilizaba llegó a conmoverme y me hizo sentir culpable- pero créeme que todo tiene un motivo, de verdad- tragué saliva- sé que es francamente difícil hacerlo pero, confía en mí- presionó su mano contra mi cara con fuerza y tras un breve instante en que me miró a los ojos con aire suplicante, como en busca de mi perdón, soltó mi cara y se puso en pie con aire digno- ahora te dejo para que descanses; si tienes hambre, mis criados te atenderán.- se dirigió a la puerta y antes de cerrar me dio las buenas noches. Tal como cerró la puerta un escalofrío recorrió mi cuerpo. Decidí acostarme tras pelearme con el corsé que e habían puesto y el pomposo vestido. Quise dormir pero no podía. Tal como Jonathan vaticinó, me entró hambre. Ya estaba bien entrada la noche, pero no aguantaba más, necesitaba llevarme algo a la boca, aunque fuera un mendrugo de pan. Me puse en pie, abroche mi dorada y roja bata que estaba encima de un butacón, y con candelabro en mano, salí en busca de algún sirviente.
Deduje por la ausencia de personal que estarían descansando, y era normal…sólo a mí se me podía ocurrir comer a tal hora. Llegué sin dificultad a la cocina, cogí un trozo de pan blanco y una pera. Con eso mataba el gusanillo y podría dormir un poco. Mientras comía miraba por la ventana y tal como le di el primer bocado a la pera, me pareció oír un ruido. Abrí la ventana, y asomé la cabeza; para mi sorpresa daba al recinto privado de caza. Vi una figura deambulando por ahí, pero la oscuridad no me dejaba distinguir que era. La observé detenidamente. Caminaba tranquilamente, de repente se giró bruscamente y vi como algo se le abalanzaba. Asustada, solté el candelabro y la comida y salí corriendo para ver si podía ayudarle. Corrí todo lo rápido que pude, para ver si todavía podía hacer algo y para ver que había pasado. Nunca entenderé por que no pedí ayuda, pero ya nunca lo sabré. Al llegar comprendí que a quien yo pensaba ayudar no era precisamente quien necesitaba de mi auxilio.
Nunca temí más por mi vida como aquella noche. Perdí el aliento por unos instantes ante tal escena. La figura que deambulaba por el jardín resultó ser Jonathan, que se encontraba acechando lo que sería su comida. Las nubes dejaron que la luz de la luna iluminara la horrible escena. Los ojos de Jonathan perdieron su color violáceo para tomar un color rojo carmín que era realmente aterrador. Su víctima, un pobre ciervo, luchaba por su vida, intentando escapar del depredador. Corría, pero Jonathan se movía a una velocidad que no alcanza a identificar el ojo humano. Sus afilados incisivos brillaban en la oscuridad de la noche. El animal no tenía escapatoria y finalmente, Jonathan se abalanzó a él, para sucumbir a su sed de sangre. Estaba descontrolado. Actuaba como un perro rabioso. El pánico me inmovilizó, tal como pasó aquel día de tormenta en el instituto. Cuando el ciervo dejó de moverse supe que ya no tenía vida; y fue cuando él levantó la mirada y se percató de que le observaba. Se puso en pie, sus blancos colmillos estaban teñidos de la sangre del pobre ciervo, que se deslizaba por sus carnosos labios hasta acabar goteando por su barbilla. Con la manga de su camisa se limpió dejándola teñida. Su expresión iba cambiando por instantes. Al principio su mirada era salvaje, teñidos de carmín, pero poco a poco fue recuperando el color violáceo, y le añadieron un halo de vergüenza y tristeza. Se encontraría a unos siete metros de mí, pero temía tanto o más que si estuviera al lado mío. Comenzó a caminar lentamente hacía donde me encontraba, dejando tras de sí el cadáver del animal. No lo pude evitar y salí corriendo en la dirección opuesta del jardín, corrí y corrí sin mirar atrás adentrándome en la vegetación salvaje sin darme cuenta de que estaba en la zona que no pertenecía al recinto de caza de Jonathan, era el bosque. Me daba igual, simplemente quería huir de esa monstruosidad que era Jonathan. Cuando paré para recobrar el aliento ya estaba muy adentrada en el bosque. Tan denso o más que como se le veía desde la ventana. Todo estaba muy oscuro y para hacerlo aún más tétrico, una neblina flotaba en el ambiente. Lo único que se podía ver era los reflejos de la luz de la luna, colándose por los orificios que las ramas de los altísimos árboles dejaban. Hacía muchísimo frío pero no me percaté hasta que me hube detenido. De mi boca no salía sonido alguno, sólo vaho. Mis manos y pies se congelaban por instantes, y no era de extrañar si en pleno bosque sólo llevaba un camisón, una bata y unas zapatillas. Caminé lentamente en busca de algo o alguien que me ayudara. No producía sonido alguno ya que tenía miedo de que Jonathan me encontrara y me hiciera lo mismo que al ciervo. Agotada tras un largo rato me paré junto al tronco de un árbol a descansar, crucé los brazos esperando que mis manos entrasen un poco en calor. De repente, oí algo, no era como los pasos de aquel vagabundo, era el sonido del aire cortante. Me giré sobre mi misma, y no vi a nadie. Entonces vi como unas hojas caían lentamente sobre mí. Entonces levanté lentamente la cabeza y fue cuando les vi. Unos veinte individuos sujetos en las ramas de los árboles mirándome con ojos lujuriosos y deseosos. Eran los vampiros furtivos de los que me había hablado Jonathan. Muy lentamente caminé hacia atrás, intentando no hacer ningún movimiento brusco. No levantaban la mirada de mí pero tampoco se inmutaban. Hasta que uno de ellos se tiró y aterrizó suavemente sobre sus pies, como si flotase. Se acercó a mí con una sonrisa diabólica. Decidí detenerme.
-Buenas noches- me saludó con voz ronca y dura- ¿Qué hace una preciosa chica como tú en un bosque como este?- decidí no responder. Me limité a quedarme callada- ¡ah!- exclamó- ¿lo oyes?- negué con la cabeza- es el sonido de tu corazón, que late acelerado bombeando tu sangre…dulce y deliciosa sangre- se relamió y fue entonces cuando salí huyendo- ¡Que no escape!- ordenó el vampiro. No me atrevía a mirar atrás seguí corriendo y corriendo
-¡Susan! ¡Erika! ¡Jonathan! ¡Socorro!- gritaba sin parar. Finalmente uno de ellos se me abalanzó desde la copa de un árbol. Sentí un pinchazo en mi brazo, pero el frío había anulado cualquier sensibilidad en mis articulaciones. Pataleé con fuerza pero daba golpes al aire, la oscuridad no me dejaba distinguir a mi adversario. Traté de defenderme con todas mis fuerzas, pero ¿qué podía hacer yo frente a la fuerza sobre humana de un vampiro? Estaba lista para que el que parecía su líder me diera el golpe de gracia cuando de repente, todos ellos se alejaron de mí y se postraron. Me incorporé, y me di la vuelta, allí estaba esa misma túnica negra que me había salvado del vagabundo.
-Largaos- ordenó duramente y todos ellos desaparecieron. Yo reconocía esa voz, era la misma de aquel pedante del colegio, de la misma persona que me había llevado a Transilvania, la misma a la que odiaba y sentía ternura a la vez.
-¿Estás bien Danielle?- dijo retirándose la capucha y dejando al descubierto su rostro. Sin poderlo controlar me lancé a él a llorar. Había pasado mucho miedo y tenía la necesidad de sentirme segura.- Lo siento…- me dijo al oído mientras me abrazaba con fuerza- has debido de pasar muchísimo miedo.- no hablaba, sólo me dejaba encantar por las palabras dulces y la fuerza con la que me sostenía- estás helada, -dijo tocándome las manos- te voy a llevar al castillo de inmediato- me tomó en brazos y me puso su túnica para intentar hacerme entrar en calor- será mejor que cierres los ojos y que no los abras hasta que te avise.- obedecí, no me sentía con fuerzas para contradecirle. Sentí bofetadas de aire frío en mi cara pero a escasos minutos volví a sentir calor reconfortante- ahora puedes abrirlos- increíble, estaba en mi habitación de nuevo. Me tumbó delicadamente en la cama y ordenó a unas sirvientas que me trajeran algo caliente para comer.
Se quedó sentado en la butaca de enfrente de la chimenea con la barbilla apoyada en sus manos y a su vez, sus brazos apoyados en sus piernas. Estaba en silencio, con el rostro tenso y serio. Aunque estaba aturdida podía ver con claridad la escena. Quise llamarle, pero sólo pude emitir un triste gemido, que hizo que se levantara rápidamente hacia donde me encontraba.
-Shh- me ordenó callar mientras acariciaba mi pelo con su mano. Estaba fría, era la piel helada de un cuerpo sin vida. La expresión de sus ojos se clavó en mi mirada. Expresaban muchas cosas, dolor, vergüenza, preocupación… eran los ojos de un niño perdido- lo siento…- susurró- no debería haber pasado esto- en ese momento aparecieron las criadas, transportaban una especie de barreño de agua caliente y numerosas mantas. Jonathan me besó en la frente y me dejó para que pudiera bañarme. El agua caliente relajó todos mis músculos contraídos por el frío, y una vez hube comido algo, las sirvientas me prepararon la cama y pude descansar algo; aunque cada vez que cerraba los ojos, dos imágenes se me venían a la cabeza. Las dos caras de mi vampiro, la faceta asesina, con los ojos rojos y aspecto fiero; y la más… ¿cómo decirlo? ¿Humana? Sí, así podríamos denominarla. La expresión de una persona arrepentida de algo y atormentada. Al final el agotamiento físico y psicológico me venció y sucumbí al sueño.

viernes, 15 de agosto de 2008

TWILIGHT

me gustaria aprovechar para dar publicidad a lo que sin duda inspiró esta historia. Otra historia.





El día 12 de diciembre de 2008 se estrenará en la gran pantalla TWILIGHT, la adaptación de crepúsculo en la gran pantalla. Aquí os dejo el link del trailer de cine



http://vids.myspace.com/index.cfm?fuseaction=vids.individual&videoid=33429578




El día 8 de octubre también podremos aceder a la cuarta entrega de esta saga, Amanecer. He aquí la que será la portada del libro




y además aprovecho para hacer publicidad a otro Blog:



http://comunidadcrepusculo.blogspot.com/



Que han efectuado una gran labor de propaganda, y en cuyo blog encontrareis tests, información y de más cosas.



Nada más salvo desearos n buen verano lectores y lectoras. Yo volveré pronto para brindaros más partes de las aventuras de Danielle y Jonathan.

domingo, 13 de julio de 2008

Capítulo 10



-¿Cómo?- pregunte patidifusa- no lo entiendo… ¿Renunciar al amor?
-Sí- sentenció Erika y Susan la siguió asintiendo con la cabeza- Yo es a la que más compadezco. Es de nosotras tres la que fue retenida contra su voluntad. Jonathan no la conocía; la secuestró su padre.
-Explícate Erika, por favor… ¿cómo que el padre de Jonathan la raptó?
-A ver- cogió aire- Megan es la mayor de todas nosotras- asentí- vivía en una aldea perdida de Gales. Era una campesina que se ganaba la vida con los telares. Se enamoró de un pastor de su tierra, nunca menciona su nombre. Se comprometieron y fue un matrimonio aceptado por todo el mundo.
-Y ¿Qué tiene que ver el padre de Jonathan en todo esto?
-Antes del día de la boda- prosiguió Susan- algo despertó a Megan, eran gritos. Se levantó y vio que su aldea también estaba siendo atacada- Erika cerró el puño con fuerza. Tuvo que haber recordado la masacre de su pueblo- pero esta vez por los vampiros. Trató de defenderse pero fue inútil, un vampiro se abalanzó obre ella. Era Lord Henry, líder de este clan y padre de Jonathan. Pero no pudo matarla, se quedó prendado con su belleza.- entonces lancé una mirada hacia Megan. Se encontraba sentada junto a la ventana de la sala. La luz que daba la ventana reflejaba en sus vidriosos ojos grises. Su pelo caoba largo y peinado en una larga trenza caía con gracia sobre su escote y pecho. Las marcas de cansancio y de largas noches llorando no restaban belleza; ganaban ternura. – pensó que era la candidata perfecta para Jonathan.
-pero ¿Ella no estaba prometida?- interrumpí
-sí, tú misma lo has dicho…estaba- dijo Erika- como te íbamos diciendo, Lord Henry se prendó se su belleza y quiso tenerla en la corte. Como el ya tenía la primera novia, y ya estaba muy mayor como para añadir una más al harén, creyó que estaría bien que fuera para su hijo. Ella por supuesto se negó, pero Lord Henry supo persuadirla muy bien…- hizo un breve silencio- le amenazó con matar a su prometido y al resto de aldeanos supervivientes. La pobre se sentía responsable de las vidas de toda esa gente y de su amado así que accedió a la petición de Lord Henry sin rechistar.- Quedé estupefacta. Un horrible sentimiento recorría todo mi cuerpo encendiéndome. Era rabia. ¿cómo podía haber gente tan despreciable e insensible por el mundo?
-¿Y Jonathan permitió que su padre hiciera semejante locura?- dije en bajo aunque sin reprimir mi furia- es increíble.
-¿Qué va a hacer él? No es el líder- explicó Susan- está bajo orden de su padre, y debe acatar y obedecer a sus deseos. Cuando acceda al puesto, Dios sabe lo que él hará.
-Sólo es un niño caprichoso que no puede contentarse con una mujer si no que necesita 4 para sentirse importante y tener donde elegir- dije de forma déspota- es repugnante.
-No creo que estés siendo justa. Podría habernos matado a todas.- prosiguió Susan- si él hubiera querido Megan estaría muerta, Erika no estaría aquí y a saber lo que estaría haciendo, yo habría muerto en aquel invernadero y tú…- se quedó pensativa- ¿tú por qué estás aquí?
-Eso me gustaría saber a mi…-dije molesta- pero Jonathan y yo vamos a tener más que palabras hoy…
En ese momento se abrieron las puertas y nos anunciaron que teníamos que pasar al gran comedor. Me quedé sentada en mi butaca mientras las otras tres jóvenes obedecían.
-¿No vienes Danielle?-preguntó Erika
-No yo me quedo aquí- respondí tajante- que os aproveche la cena. Susan y Erika se miraron, se encogieron de hombros y salieron por la puerta. Al rato me puse en pie y me fui a mi habitación. No pensaba compartir mi plato con ese asqueroso roba mujeres y destroza vidas. Me senté en la cama un rato, pero me aburrí y me desplacé hasta la ventana. Pude ver que había un hermoso jardín de flores preciosas, seguro que Susan se había encargado de ellas. Y al fondo un inmenso bosque que parecía no tener final.
-Es mi recinto privado de caza, el verdadero bosque está al otro lado del castillo- explicó una voz masculina pero dulce y suave. Era Jonathan que había entrado en mi habitación sin avisar.
-¿qué haces aquí?-dije antipáticamente- No quiero verte
-He visto que no has venido a comer- se puso las manos detrás de la espalda y caminó hacia mí- y quería saber que te pasaba para desobedecerme.
-Lo primero, quieto ahí y ni me toques y lo segundo es, que no quiero compartir mesa con alguien tan repulsivo como tú.
-En algún momento tendrás que comer…
-No sabes cuanto tiempo puedo pasar sin hacerlo…
-Más que yo seguro que no.
-¿Quieres apostar?- dije desafiante
-Tú puedes durar a lo sumo una semana sin comer. – hizo una pausa- después morirías; y yo sin embargo puedo prescindir del alimento por que por si no lo recuerdas…ya estoy muerto- me miró directamente- ¿Quién crees que duraría más tu o yo?

viernes, 4 de julio de 2008

Capítulo 9


-¿princesa de las amazonas?- dije elevando la voz en señal de sorpresa. Ella se giró y me miró, luego volvió a mirar a la ventana. Sus rasgos afilados, esos enormes ojos verdes, ese cabello rojo como el fuego despuntado, su rostro pecoso pero moreno por la luz del sol… era una belleza racial, no era propia de la Corte.
- Sí, era la líder de un grupo de amazonas instaladas en la zona de Grecia- por un momento me imaginé la serie de “Xena, la Princesa Guerrera.”
-¿Era?
-Sí, los Turcos atacaron la aldea por la noche, mataron a todas las mujeres, a las niñas, a su familia…-dijo en tono triste y en bajito. No pude evitar mirarla con compasión; tuvo que haberlo pasado francamente mal.
- Y ¿Por qué está ella aquí?- pregunté
- Fue la única superviviente- me explicó Susan- se mantuvo escondida en el hueco de un árbol dos días hasta que pasó el peligro. Después, como pudo, se hizo un par de armas y fue en busca del enemigo. Caminó semanas y semanas en busca de los asesinos de su pueblo. Es estas veces cayó desvanecida, desnutrida y deshidratada cerca de un pueblo. Fue acogida y mientras la cuidaba la familia comentaban los intensos ataques de los turcos, y de cómo se iban haciendo con el control de todo. “¡¿Es que no hay nada que los detenga?!” exclamó la señora que la cuidaba, a lo que su esposo respondió; “sólo hay algo a lo que los turcos temen; los vampiros”- se me erizó el vello. El relato que Susan me contaba era fascinante. Erika nos miró y se aproximó a nosotras.
-¿Ya estás contando otra vez mi historia?- le sonrió levemente. Susan asintió- ¿no te aburres?
-Admitirás que es fascinante- le devolvió la sonrisa y Erika suspiró
-En fin- me miró- me ahorro las presentaciones, Susan se ha encargado de introducirme. ¿Tú te llamas…?
-Danielle- sonreí y ella inclinó la cabeza, algo que entendí como “mucho gusto”- tu historia ha sido increíble, ¡parece de película!- exclamé
-¿película?- me miraron extrañadas. Había olvidado que estábamos en 1431- ¿quiero decir, como una obra de teatro.
-Ha sido muy peculiar- dijo con voz suave. Ahora que la tenía cerca pude apreciar bien sus preciosos ojos. Me quedé prendada- ¿qué pasa?- preguntó
-Nada- respondí- me gustaría saber que pasó luego.
-Terminaré el relato- dijo Erika mirando a Susan- cuando recuperé mis fuerzas agradecí a los aldeanos su ayuda y les pedí información acerca de los vampiros. Me dijeron que eran criaturas hermosas y altamente mortíferas que mataban para alimentarse de la sangre de la víctima. Me indicaron el camino a Transilvania y me encaminé en busca de aunque fuera uno que me ayudara a vengarme. Conocí a Jonathan en una taberna; me pagó una comida caliente, y hablamos, al yo descubrir que era un vampiro le hice la proposición de ayudarme en mi venganza a cambio de lo que yo quisiera.
-¿Y bien?- pregunté intrigada
-Se negó- abrí tanto los ojos que creía que se iban a salir- dijo que su condición de vampiro no le convertía en asesino, que él a lo sumo que llegaría era a convertirme a mí para yo poder vengarme; y que no estaba dispuesto a hacerlo si no reflexionaba bien sobre ello. Le aseguré que estaba segura, pero el se negó, he hice algo realmente bochornoso y humillante para una amazona- por un momento pensé en una obscenidad- le supliqué- respondió y respiré aliviada. Había pensado de todo menos cosas buenas.- y llegamos a un trato. Me iba a dar un plazo de 1 año para que yo lo pensara seriamente y con la cabeza fría; si de aquí a un año seguí firme en mi propósito, me convertía. Hoy por hoy, sigo decidida a vengarme
-Pero ¿En qué influye el concepto de convertirte en su novia?- no lo comprendía
-Es el pago a ayudarme en mi venganza. Si yo me vengó renuncio a mi naturaleza de amazona y me someteré a él.- dijo triste- de todas formas, no tengo reinado, ni familia. No me queda nada salvo darle muerte a los asesinos de mi gente.- Estaba alucinando; de las dos historias que yo había oído ninguna de las dos le quería o sentía un ápice de amor sentimental hacia él. Susan lo hacía por agradecimiento y su amor era similar al de un hermano y una hermana y Erika por venganza. Me sentí en parte aliviada y compasiva por él.
-¿y ella?- pregunté señalando a la otra chica
-Se llama Megan- me explicó Susan- lleva cerca de 2 años en el castillo, nunca la he visto sonreír.
-¿y eso?
-¿Podrías tú si por salvar a la persona que más amas tuvieras que renunciar a su amor?-

miércoles, 2 de julio de 2008

Capítulo 8

-Deja de tomarme el pelo y ponte serio de una vez Jonathan- respondí bordemente- me he cansado de escucharte, quiero irme a mi casa- me puse en pie y fui a salir por la puerta.
-Yo creo que no- me dijo tranquilo y la puerta se cerró de golpe. Al intentar abrirla no podía- no puedes irte. No conoces esta época, no conoces la ciudad, estás en mis dominios y fuera hay miles de vampiros que están dispuestos a beber tu sangre con el ocaso. ¿Crees que estarías mucho mejor que aquí?- me detuve en seco. Tenía razón. No sabía como volver y no serviría de nada escaparse sin información. Decidí quedarme en el castillo hasta obtener la suficiente información como para poderme escapar.
-Me quedaré pues- dije calmada, y la puerta se volvió a abrir. Él esbozó una sonrisa- pero no accederé a ser tu novia, nunca- determiné
-No esperaba menos de ti- sonrió- te llevaré a la sala donde están las demás candidatas.
-¿Candidatas?-pregunté a la vez que él se adelantaba- ¿hay más chicas?
-Por supuesto, ¿Qué es una competición sin rivalidad?- Me llevó hasta la sala donde nos habíamos encontrado. Al entrar, las 3 mujeres se pusieron en pie, en señal de respeto.- Chicas, esta muchacha se llama Danielle, y es la última de las posibles candidatas. Espero que la tratéis bien.- traté de esbozar una sonrisa. Me daba vergüenza el tener que presentarme, y aún más si en vez de decirte “hola” te hacen una reverencia. Jonathan me dejó allí y nos anunció que nos vería a la hora de la cena.
Me senté en un butacón que había en la sala y contemplé un hermoso ramo de flores. Eran orquídeas, adornadas con lillium y violetas. Simplemente precioso. En incorporé a olerlas. Su aroma era delicioso.
-¿Te gustan?- dijo una voz dulce e infantil. Alcé la vista y vi que era la chica más joven. Asentí a su pregunta- me alegro, las he plantado yo misma. Soy Susan.
Susan era simplemente preciosa. Tenía la belleza inocente e infantil que se tiene a los 15 años. Tenía el cabello trigueño, recogido en dos coletas adornadas con flores. Pese a su palidez, había un cierto rubor en las mejillas que le daban un toque muy lindo. Sus enormes ojos de color azul sólo rememoraban la inocencia y juventud que su cuerpo albergaba.
-Encantada- alcancé a decir aturdida por su belleza- ¿de donde eres?
-De Bucarest- respondió sonriente- trabajaba en el invernadero de mi familia. Mi pasión son las flores.
-¿Y como has venido a parar aquí?- pregunté intrigada. Me gustaría saber los motivos que llevaban a estas chicas a encontrarse en mi misma situación
- Fácil- sonrió- Jonathan me salvó la vida, así que para compensárselo me he venido con él.- me sorprendió
- Pero tu sabes que Jonathan es…- tragué saliva- me refiero…
-¿Qué es Vampiro?
-Sí
-Claro, yo también lo soy- sonrió y pude ver sus colmillos afilados. Retrocedí un poco- tranquila, no muerdo a humanos, muerdo animales.
-pero… ¿Cómo que te salvó?- le pregunté más que asustada intrigada- ser un vampiro, hasta donde tengo entendido es una condena…
- verás, Jonathan vivió muchos años cerca del invernadero de mi familia. Decía que le maravillaban las extrañas especies que salían de mis manos- se ruborizó- siempre se paseaba por ahí. Un día, fui sola al invernadero, quería cultivar un hermoso ramo para él. Supongo que sería para impresionarle y que me regalase una de sus sonrisas. Así fue como casi muero. Resulta que soy alérgica a las abejas y una entró en el invernadero y me picó en el cuello. Grité y al parecer Jonathan me escuchó. Cuando llegó yo estaba agonizante, y por no dejarme morir me mordió.- la miré sorprendida. Ver la muerte y que el ser al que quieres sea quien te salve condenándote al vagar eterno…se me puso el vello de punta.
- ¿Y tu familia?- pregunté
-Obviamente me repudió. Dijo que no podían tener a una criatura de Satanás en su casa y bla, bla… Jonathan me trajo consigo aquí a Transilvania, y me enseñó a ser una buena vampira.- esbozó otra sonrisa- por eso decidí ser una de las candidatas a su mujer, como agradecimiento a todo lo que ha hecho por mí.
Estaba fascinada con el relato que acababa de oír, disparó los límites de mi curiosidad de manera extrema.
-¿Y las otras chicas también tienen una historia o motivo para estar aquí?- pregunté
-Por supuesto-respondió- mira si quieres te cuento el motivo por el que está aquí la chica de cabello corto.
-¿Cómo se llama?
-Erika- me dijo- y es toda una princesa- la miré, y su cutis moreno y facciones duras me recordaba a todo menos a una princesa
-Con el mayor de mis respetos, no lo parece.- dije y Susan se rió
-Normal, es que ella es la princesa de las amazonas.

martes, 1 de julio de 2008

Capítulo 7


Cuando desperté me encontraba en una habitación extraña y muy antigua, acababa de tener una pesadilla acerca de no verme reflejada en un espejo…como si fuera un fantasma.
Aunque el sueño no fue real, la habitación si lo era. Me puse en pie y busqué ese famoso espejo y me di cuenta de que estaba vestida de época, con un traje rojo, bordado en dora y el pelo recogido en una trenza de raíz.
- esto es tela de raro- me dije- ¿Seguiré soñando?- me pellizqué para comprobarlo, pero pese al dolor, no despertaba. Quise comprobar si la puerta estaba también cerrada, esta vez no lo estaba. Salí despacio, y me di cuenta de que estaba en el interior de un castillo. Seguía lloviendo, y en toda la zona reinaba la penumbra. Sólo rompía la oscuridad las antorchas que iluminaban los pasillos. Tomé la que iluminaba mi puerta y me lancé en busca de la salida. No se oía ni un alma, sólo el golpeo de las gotas de agua en la piedra o en las vidrieras de los cristales
Oí voces y me escondí tras una columna, de repente noté que no era gente deambulando por los pasillos, si no que era gente parada y vi la habitación de en frente. Eran voces femeninas. A lo mejor podían ayudarme. Me asomé cautelosamente, esperanzada de que pudiera conseguir algo. Eran tres mujeres, una con el pelo corto y pelirrojo, otra con una larguísima trenza y otra con dos coletas, lo único que alcancé a ver a través del hueco de las bisagras de la puerta. Además sólo les veía el pelo y la espalda. Suspiré tragué saliva y me decidí a entrar.
-¿no te han dicho nunca que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación?-oí a mi espalda una voz familiar. Me giré y ahí estaba él, con sus ropas de época apoyado sobre una pierna en la pared.
-¡Tú! ¡Pedazo de mentecato!- le grité y le alumbré con la antorcha- ¡Por tu culpa estoy aquí! Dime ahora mismo como salir de aquí- le ordené furiosa
-Ni puedo ni quiero- me dijo tranquilamente y esbozó una sonrisa dejándome ver su dentadura, blanca e impoluta y con unos colmillos desarrollados, más que cualquier otro animal. Me aferré a la antorcha a modo defensa cuando le vi aproximarse. El tuvo que notar mi miedo por que se detuvo.
-Tranquila, no te voy a hacer daño…- trató de calmarme
-¿Qué eres? ¿Qué quieres? ¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy aquí?- pregunté aceleradamente sin mover la antorcha un ápice de mi.
-Mucho preguntas tú, Danielle- volvió a sonreír- si quieres que te explique todo, ven con migo…no es correcto hacerlo en el pasillo- le miré dudosa, pero tenía dos opciones, ir con él, arriesgándome a que me pasase algo y conocer la verdad; o quedarme igual e intentar escapar sin éxito.
-De acuerdo… pero como me toques un solo pelo la tenemos…-le amenacé a lo que él soltó una sonora carcajada y admitió.
Caminamos en silencio por el oscuro y lúgubre pasillo, hasta llegar al final de éste. Abrió la puerta de la habitación y me cedió el paso caballerosamente. La habitación… ¿cómo describirla? Parecía el despacho de “Dumbeldore” el personaje de Harry Potter. Grandes lámparas con velas colgaba del techo. Había un gran escritorio de madera oscura lleno de papeles garabateados y tinta derramada. Al fondo se apreciaba una inmensidad de estanterías todas repletas de libros. Simple y llanamente, aluciné. Jamás en mi vida había visto tantos libros. Había al final del todo una gran ventana con un dibujo hecho con vidrios de colores. Representaba un ángel llorando sobre un caballero. Sobre dicha ventana colgaba una pesada cortina roja como la sangre, que le daba un aspecto más tétrico a todo.
-En este lugar, es dónde vengo a relajarme cuando estoy estresado- me explicó Jonathan- toma asiento por favor- me mostró una robusta silla con grandes cocines burdeos que la decoraban. Me senté y crucé mis manos sobre mi regazo.
-Bueno…- tragué saliva- ¿me puedes explicar que demonios pasa aquí?
-Comenzaré pidiéndote por favor que no llames a los demonios, luego cuesta trabajo expulsarlos- me lo tomé a broma y pensé que la lluvia afectaba su riego sanguíneo.- Estamos en Transilvania. –dijo pausadamente
-¡¿Cómo?!- grité- me estás tomando el pelo… ¿A que si? – el negó con la cabeza.
- te encuentras en mi “humilde morada”- entrecomilló con los dedos
-Entonces no estamos en Transilvania, estamos en tu casa de Boston- el negó y le ignoré- aún así…¿ me explicas que hacemos así vestidos? Halloween pasó hace tiempo chico..- dije sarcásticamente
- Suele pasar cuando vives en 1431…- dijo con un ojo guiñado expresando el grito que en escasos segundos iba a dar
-¡¿QUÉ?!- grité a pleno pulmón, que creo que hasta las ratas me escucharon- te estás quedando con migo- me entró la risa floja y nerviosa- esto no puede estar pasando… ¿como voy a estar en Transilvania en el año 1431?
-Si me dejaras explicarte…- dijo con resignación y apoyando su cabeza en su mano izquierda.
-¡No, escúchame tú!- se sobresaltó por el tono agresivo de mi voz- ¡no sé si esto es verdad, mentira o una broma de mal gusto…pero quiero que me devuelvas mi ropa, que cortes el rollo y que me lleves a casa de insofacto! – le ordené.
- Me temo que no va a ser posibles…- dijo suavemente
-No es una petición, es una orden- respondí secamente
-Me temo que no.- dijo muy serio poniéndose en pie lentamente- verás; eres…por así decirlo, mi rehén.- le miré sorprendida- y estás aquí por un motivo; una competición.
-¡¿Qué me estás contando?!- exclamé- y ¿Cuál es el premio? ¿una orden de alejamiento tuya?- dije irónica
-No precisamente…-rió entre dientes- es para ver quien será mi novia…
-Descalifícame por que ni por todo el oro del mundo- dije interrumpiéndole
-Es que no es opcional- me respondió con casi con la misma dureza que yo le había hablado- a ver como te lo explico, no estás aquí por que te lo hayan preguntado, simplemente estás, y no puedes volver… como dices tú; no es una petición, es una orden – mantuvo el tono serio, tranquilo pero dictatorial durante la parrafada. Respiró hondo y prosiguió- soy el heredero de un clan; dentro de poco, mi padre delegará sobre mí el mando de todo; y como adulto que me estoy convirtiendo tengo que encontrar una esposa. – Empezó a pasearse alrededor mía provocándome escalofríos- pero no puede ser una cualquiera, tiene que ser especial, pues ella , a su vez será la jefa de las futuras novias que tenga.- entonces di un pequeño brinco de espasmo en mi sillón.
- ¿practicas la poligamia?- pregunté medio asqueada y medio aterrada
- más o menos- dijo algo dudoso- en esta época, y sobretodo en mi situación – trató de justificarse.
-tú lo que eres es un cerdo y un monstruo- dije con desprecio.
-Cerdo no sé- dijo dándome la espalda- pero sí que soy un monstruo- suspiró- como los de las películas de tu época.- le miré extrañada, no entendía qué quería decir.- no te has dado cuenta, ¿no?- negué con la cabeza. ¿Darme cuenta de qué?- Danielle; unes estos tres datos. Soy de Transilvania, tengo los colmillos afilados y no s encontramos en 1431- paré en seco y pensé. Se me ocurrió una tontería y me dio por reír.- ¿de qué te ríes? – dijo algo molesto
- Había pensado una tontería- dije aún riéndome- pensé que eras un vampiro…- y me carcajeé. Él no se reía. Me miraba serio y frío.
- Es que soy un Vampiro Danielle

lunes, 30 de junio de 2008

Capítulo 6

Como había dicho, mi indignación con Jonathan era tan grande, que no podía esperar para darle la reprimenda al día siguiente; tenía que ser en el momento, ahora, YA.
Tardé un poco en encontrar la casa, pues estaba muy apartada. Cuando la encontré miré mi reloj. Las ocho y media. Tenía el tiempo justo y necesario para ir, decirle cuatro verdades e irme.
Empezó a soplar fuertemente el viento, y me alegré de haber cogido el anorak, me lo puse y me sentí mucho mejor. Siguiendo las instrucciones que me había dado la operadora vi que la casa del “indeseable” estaba justo después de una plantación de olivos, es decir, patearse el bosquecito hasta llegar a la puerta de su casa. Bueno, todo fuera por poner los puntos sobre las ies.
Me adentré en la gran masa de matorrales secos y rastrojos que por allí se amontonaban. Cuanto me alegraba de llevar vaquero largo, si hubiera llevado las piernas al aire hubiera sufrido mucho. Cuando ya divisé la arboleda, vi como las nubes negras se avecinaban. Tenía que darme prisa por que podía empezar a llover en cualquier momento. Caminaba animadamente cuando oí un ruido extraño. Un eco de crujidos. Miré a mis pies y vi que había rastrojos así que pensé que sería yo. Seguí caminando y ese mismo eco iba a un compás distinto del mío. Me detuve en seco y tragué saliva. Comenzó a chispear. Se me ocurrió sacar el espejito de mano para ver que tenía detrás mientras fingía que me peinaba. No había nadie hasta que noté como alguien se movía detrás de un árbol. Apreté las manos y aceleré el paso. Por desgracia seguía detrás de mí. Corrí. No podía evitarlo. Alguien me cogió del brazo. Era un vagabundo borracho
-Hola preciosa…-dijo con voz ronca y grave. Apestaba, no sólo a suciedad, si no a alcohol rancio- no tendrás por ahí una monedita, ¿verdad?- sonrió enseñando esa horrible dentadura de dientes podridos
-No tengo nada- dije intentando parecer tranquila- no llevo bolso.- de repente apretó mi brazo con fuerza y me miró con odio.
-¡Mentirosa!-me chilló- ¡Dame dinero!-
Me movió un poco, pero logré soltarme y salir corriendo. Corrí tan rápido como pude, pero sólo oía a aquel loco gritándome que le diera lo que tenía. Pisé un charco, con el pánico ni me había percatado de la lluvia. Estaba cayendo una buena tormenta. Me había perdido. No sabía donde ir. Y me alcanzó. Traté de luchar con todas mis fuerzas, pero un puñetazo siempre acaba con la chica. Me arrastré hacia atrás y cuando creía que todo estaba perdido, una misteriosa sombra impulsó al vagabundo contra un árbol dejándole inconsciente. Me incorporé. No era una sombra, era una túnica. Se volvió hacia mí. Temerosa de que me pudiera hacer lo mismo volví a huir. Corrí y corrí hasta que algo me tomó delicadamente del brazo y me dio la vuelta. Me apretó contra sí y noté una extraña fuerza que me tranquilizaba. Me iba sintiendo cada vez más cansada, más relajada y más dormida. Y entonces, me sumí en la oscuridad

Capítulo 5

Llegué a casa algo mareada y ayudada por Martha y Karen. Subimos a mi habitación y Karen fue a por helado. Necesitábamos una sesión femenina de urgencia.
-¡Dios mío!- exclamé tirándome en la cama con las manos en los ojos- Que desastre de día.
-Y que lo digas… recién llegados y tantos deberes- suspiró Martha, a la cual miré con odio- ¿Qué?- preguntó cohibida
-Martha…se refiere a su día, que sin duda alguna es peor que el nuestro.- explicó Karen- en menos de 24 horas la han besado, rescatado y le ha entrado hasta fiebre… ¿aún crees que no ha sido peor- Martha se encogió de hombros y guardó silencio.
-Pásame el helado de dulce de leche- pedí a Karen- en realidad no es fiebre, es destemplanza, pero con el boom del accidente no me han querido dejar en el instituto…- explicó- pero en fin… no me apetecía quedarme así que yo encantada de volver- dije con una mezcla de asco y cabreo mientras clavaba mi cuchara en el helado.
-Yo insisto en que no es para tanto… es decir, mira el lado positivo- argumentó Martha- al menos te ha besado un chico que está potente, si te hubiera besado el profesor de biología, pues lo entendería, pero chica…
-Mira, preferiría besar a un gato con piojos, ¡que digo! ¡A los piojos del gato, o a las amebas de los piojos del gato, antes que volver a besar a ese individuo!- dije a pleno pulmón ante lo cual mis amigas se asustaron.
- Creo que debemos dejarte descansar- dijo despacio Karen- mañana te vendremos a ver si no vas al insti ¿vale? – me dieron un beso, cogieron sus cosas y se fueron.
Me quedé tirada en mi cama, haciendo una pequeña reflexión sobre todo lo sucedido. Son cosas que una piensa solo cuando está sola. Cerré los ojos y me quedé dormida. La verdad es que estaba agotada. Soñé con Jonathan, como era de esperar. Yo era un títere que él manejaba a su antojo. Movía mis brazos y yo aterrada comprobaba que los hilos eran mas fuertes que mi cuerpo. Soltó una carcajada malévola y cruel. Tras jugar un poco con migo, tiró de los hilos y me subió; sonrió con picardía y cogió una antorcha para quemarme. “¿Ves como puedo doblegarte?” me decía. Justo en el momento en el que me prendió fuego desperté. Estaba sudando y jadeando a más no poder.
-Sólo ha sido un sueño- suspiré tirándome en la cama de nuevo- ¡maldito Jonathan!- gruñí- no pienso tolerar que haga con migo lo que le de la gana; mañana le voy a decir quien manda – determiné. Me puse en pie y entonces miré mi reloj. Aún eran las 6 y ni papa, ni mamá, ni Phoebe estaban en casa- ¿Quién dijo “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”?- pensé- me voy a su casa a decirle quien manda.
Llamé al teléfono de información al cliente, anoté su dirección en un post- it, cogí mi anorak y salí en su búsqueda para demostrarle que con Danielle no se jugaba

viernes, 27 de junio de 2008

Capítulo 4

Mis sospechas se confirmaban, era él. Se había cambiado la ropa de deporte y llevaba la de calle. Me miró durante un momento con cierta comicidad debido al sobresalto que me había provocado su repentina entrada. Después avanzó unos pasos y se apoyó en el cabecero de la camilla, pero sin apartar los ojos de los míos. Los clavó como si a través de ellos pudiera adivinar que pensaba. Sonrió.
-¿Cómo te encuentras?- preguntó dulcemente- no e hiciste mucho daño, ¿no?
La forma aterciopelada de hablar que tenía lograba que mi piel se erizase y que las palabras se aglomeraran en mi boca, como un montón de personas que se agrupan en una misma puerta, ninguna de ellas sale.
-Bien, gracias a ti- logré decir torpemente- si no hubieras estado ahí…- suspiré- esa rama me hubiera hecho puré.
-No sé si puré pero carne picadilla al menos- bromeó y con la tensión del ambiente, no pude evitar reír- me gusta tu sonrisa- dijo suavemente- y que tengas los cachetes tan colorados supone que estás mejor; me alegro.
Creí que era el momento idóneo para pedirle perdón por lo del beso, tragué saliva y me abalancé a disculparme por hacerle pasar tal bochorno.
-Esto… Jonathan- el me miró- quería disculparme con tigo, esta mañana no sé que ha pasado… y… bueno, no debe ser agradable ser besada por un desconocido… no sé que ha pasado…-repetí. Él se quedó pensativo y al cabo de un rato se sentó en el borde de la cama y me tocó una mano, en señal de que dejase de hablar.
-Primero; puede que tú no sepas que ha pasado, pero yo sí- dijo directo- yo quería besarte, y yo te he incitado, por no decir ordenado, a que lo hagas- se me descompuso la cara ante tal explicación. ¿Qué él me ordenaba a mí? Pero ¿será posible? Tal era mi shock que no reaccioné, y el prosiguió hablando- Segundo; fue más que agradable besarte, tienes unos labios muy sugerentes- e inconscientemente me llevé la mano a la boca- y por cierto, me apetece besarte ahora…- se incorporó y se acercó a mí; pero salí de mi shock emocional y respondí.
-¡Pero Bueno!- le frené con los brazos- ¿tú de qué vas?- mi tono era más de indignación que de enfado; y ¿por qué no decirlo? Desilusión. Mi “salvador” del día, resultaba ser un estúpido prepotente. Había que dejar las cosas claras- primero, en mí no manda ni el tato, ¿te queda claro? No me dicen ni mis padres que hacer para que llegues tú, niñato del tres al cuarto a decirme que me ordenas besarte. Y segundo, ¿de verdad eres tan necio para pensar que te voy a dejar una segunda vez? Deja de soñar y vete de aquí antes de que grite.
Lejos de enfadarse soltó una pequeña carcajada y se volvió a acercar a mí. Me cogió de la barbilla y me hizo mirarle a los ojos.
-¿te demuestro como soy capaz de doblegarte?- dijo y de repente noté como una especie de fuerza que me dejaba inmóvil e incapaz de controlar mi cuerpo. Era la segunda vez que pasaba. Se acercó a mí. Paseó sus labios desde mi frente, deslizándolos por la nariz y frenándolos en mi boca. Se detuvo aunque a una distancia que ni una aguja cabía. Me volvió a mirar y sonrió- cuando yo digo las cosas, no las digo por que sí. Si hay algo que me atrae de ti es ese carácter. Me divertiré doblegándote. Me gustan los retos.- acercó su boca a mi oído y susurró- no te preocupes si no lo entiendes; pronto resolveré tus dudas- volvió a mirarme. Rozó mis labios con la punta de su lengua y se levantó. Hasta que no sonó la puerta confirmando que se había ido, no volví a sentirme dueña de mi misma. Estaba temblando pero sudaba a la vez. Cuando volvió la enfermera me aconsejó quedarme en cama y que al día siguiente no fuera a clase. Pero no la escuché. Estaba asustada, pero necesitaba la necesidad de verle; así que nevara, tronase o me estuviera muriendo, sabía que ya no podía haber un día en que mis ojos no cruzasen mirada con aquellas pupilas penetrante e iris violetas.

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