lunes, 30 de junio de 2008

Capítulo 6

Como había dicho, mi indignación con Jonathan era tan grande, que no podía esperar para darle la reprimenda al día siguiente; tenía que ser en el momento, ahora, YA.
Tardé un poco en encontrar la casa, pues estaba muy apartada. Cuando la encontré miré mi reloj. Las ocho y media. Tenía el tiempo justo y necesario para ir, decirle cuatro verdades e irme.
Empezó a soplar fuertemente el viento, y me alegré de haber cogido el anorak, me lo puse y me sentí mucho mejor. Siguiendo las instrucciones que me había dado la operadora vi que la casa del “indeseable” estaba justo después de una plantación de olivos, es decir, patearse el bosquecito hasta llegar a la puerta de su casa. Bueno, todo fuera por poner los puntos sobre las ies.
Me adentré en la gran masa de matorrales secos y rastrojos que por allí se amontonaban. Cuanto me alegraba de llevar vaquero largo, si hubiera llevado las piernas al aire hubiera sufrido mucho. Cuando ya divisé la arboleda, vi como las nubes negras se avecinaban. Tenía que darme prisa por que podía empezar a llover en cualquier momento. Caminaba animadamente cuando oí un ruido extraño. Un eco de crujidos. Miré a mis pies y vi que había rastrojos así que pensé que sería yo. Seguí caminando y ese mismo eco iba a un compás distinto del mío. Me detuve en seco y tragué saliva. Comenzó a chispear. Se me ocurrió sacar el espejito de mano para ver que tenía detrás mientras fingía que me peinaba. No había nadie hasta que noté como alguien se movía detrás de un árbol. Apreté las manos y aceleré el paso. Por desgracia seguía detrás de mí. Corrí. No podía evitarlo. Alguien me cogió del brazo. Era un vagabundo borracho
-Hola preciosa…-dijo con voz ronca y grave. Apestaba, no sólo a suciedad, si no a alcohol rancio- no tendrás por ahí una monedita, ¿verdad?- sonrió enseñando esa horrible dentadura de dientes podridos
-No tengo nada- dije intentando parecer tranquila- no llevo bolso.- de repente apretó mi brazo con fuerza y me miró con odio.
-¡Mentirosa!-me chilló- ¡Dame dinero!-
Me movió un poco, pero logré soltarme y salir corriendo. Corrí tan rápido como pude, pero sólo oía a aquel loco gritándome que le diera lo que tenía. Pisé un charco, con el pánico ni me había percatado de la lluvia. Estaba cayendo una buena tormenta. Me había perdido. No sabía donde ir. Y me alcanzó. Traté de luchar con todas mis fuerzas, pero un puñetazo siempre acaba con la chica. Me arrastré hacia atrás y cuando creía que todo estaba perdido, una misteriosa sombra impulsó al vagabundo contra un árbol dejándole inconsciente. Me incorporé. No era una sombra, era una túnica. Se volvió hacia mí. Temerosa de que me pudiera hacer lo mismo volví a huir. Corrí y corrí hasta que algo me tomó delicadamente del brazo y me dio la vuelta. Me apretó contra sí y noté una extraña fuerza que me tranquilizaba. Me iba sintiendo cada vez más cansada, más relajada y más dormida. Y entonces, me sumí en la oscuridad

Capítulo 5

Llegué a casa algo mareada y ayudada por Martha y Karen. Subimos a mi habitación y Karen fue a por helado. Necesitábamos una sesión femenina de urgencia.
-¡Dios mío!- exclamé tirándome en la cama con las manos en los ojos- Que desastre de día.
-Y que lo digas… recién llegados y tantos deberes- suspiró Martha, a la cual miré con odio- ¿Qué?- preguntó cohibida
-Martha…se refiere a su día, que sin duda alguna es peor que el nuestro.- explicó Karen- en menos de 24 horas la han besado, rescatado y le ha entrado hasta fiebre… ¿aún crees que no ha sido peor- Martha se encogió de hombros y guardó silencio.
-Pásame el helado de dulce de leche- pedí a Karen- en realidad no es fiebre, es destemplanza, pero con el boom del accidente no me han querido dejar en el instituto…- explicó- pero en fin… no me apetecía quedarme así que yo encantada de volver- dije con una mezcla de asco y cabreo mientras clavaba mi cuchara en el helado.
-Yo insisto en que no es para tanto… es decir, mira el lado positivo- argumentó Martha- al menos te ha besado un chico que está potente, si te hubiera besado el profesor de biología, pues lo entendería, pero chica…
-Mira, preferiría besar a un gato con piojos, ¡que digo! ¡A los piojos del gato, o a las amebas de los piojos del gato, antes que volver a besar a ese individuo!- dije a pleno pulmón ante lo cual mis amigas se asustaron.
- Creo que debemos dejarte descansar- dijo despacio Karen- mañana te vendremos a ver si no vas al insti ¿vale? – me dieron un beso, cogieron sus cosas y se fueron.
Me quedé tirada en mi cama, haciendo una pequeña reflexión sobre todo lo sucedido. Son cosas que una piensa solo cuando está sola. Cerré los ojos y me quedé dormida. La verdad es que estaba agotada. Soñé con Jonathan, como era de esperar. Yo era un títere que él manejaba a su antojo. Movía mis brazos y yo aterrada comprobaba que los hilos eran mas fuertes que mi cuerpo. Soltó una carcajada malévola y cruel. Tras jugar un poco con migo, tiró de los hilos y me subió; sonrió con picardía y cogió una antorcha para quemarme. “¿Ves como puedo doblegarte?” me decía. Justo en el momento en el que me prendió fuego desperté. Estaba sudando y jadeando a más no poder.
-Sólo ha sido un sueño- suspiré tirándome en la cama de nuevo- ¡maldito Jonathan!- gruñí- no pienso tolerar que haga con migo lo que le de la gana; mañana le voy a decir quien manda – determiné. Me puse en pie y entonces miré mi reloj. Aún eran las 6 y ni papa, ni mamá, ni Phoebe estaban en casa- ¿Quién dijo “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”?- pensé- me voy a su casa a decirle quien manda.
Llamé al teléfono de información al cliente, anoté su dirección en un post- it, cogí mi anorak y salí en su búsqueda para demostrarle que con Danielle no se jugaba

viernes, 27 de junio de 2008

Capítulo 4

Mis sospechas se confirmaban, era él. Se había cambiado la ropa de deporte y llevaba la de calle. Me miró durante un momento con cierta comicidad debido al sobresalto que me había provocado su repentina entrada. Después avanzó unos pasos y se apoyó en el cabecero de la camilla, pero sin apartar los ojos de los míos. Los clavó como si a través de ellos pudiera adivinar que pensaba. Sonrió.
-¿Cómo te encuentras?- preguntó dulcemente- no e hiciste mucho daño, ¿no?
La forma aterciopelada de hablar que tenía lograba que mi piel se erizase y que las palabras se aglomeraran en mi boca, como un montón de personas que se agrupan en una misma puerta, ninguna de ellas sale.
-Bien, gracias a ti- logré decir torpemente- si no hubieras estado ahí…- suspiré- esa rama me hubiera hecho puré.
-No sé si puré pero carne picadilla al menos- bromeó y con la tensión del ambiente, no pude evitar reír- me gusta tu sonrisa- dijo suavemente- y que tengas los cachetes tan colorados supone que estás mejor; me alegro.
Creí que era el momento idóneo para pedirle perdón por lo del beso, tragué saliva y me abalancé a disculparme por hacerle pasar tal bochorno.
-Esto… Jonathan- el me miró- quería disculparme con tigo, esta mañana no sé que ha pasado… y… bueno, no debe ser agradable ser besada por un desconocido… no sé que ha pasado…-repetí. Él se quedó pensativo y al cabo de un rato se sentó en el borde de la cama y me tocó una mano, en señal de que dejase de hablar.
-Primero; puede que tú no sepas que ha pasado, pero yo sí- dijo directo- yo quería besarte, y yo te he incitado, por no decir ordenado, a que lo hagas- se me descompuso la cara ante tal explicación. ¿Qué él me ordenaba a mí? Pero ¿será posible? Tal era mi shock que no reaccioné, y el prosiguió hablando- Segundo; fue más que agradable besarte, tienes unos labios muy sugerentes- e inconscientemente me llevé la mano a la boca- y por cierto, me apetece besarte ahora…- se incorporó y se acercó a mí; pero salí de mi shock emocional y respondí.
-¡Pero Bueno!- le frené con los brazos- ¿tú de qué vas?- mi tono era más de indignación que de enfado; y ¿por qué no decirlo? Desilusión. Mi “salvador” del día, resultaba ser un estúpido prepotente. Había que dejar las cosas claras- primero, en mí no manda ni el tato, ¿te queda claro? No me dicen ni mis padres que hacer para que llegues tú, niñato del tres al cuarto a decirme que me ordenas besarte. Y segundo, ¿de verdad eres tan necio para pensar que te voy a dejar una segunda vez? Deja de soñar y vete de aquí antes de que grite.
Lejos de enfadarse soltó una pequeña carcajada y se volvió a acercar a mí. Me cogió de la barbilla y me hizo mirarle a los ojos.
-¿te demuestro como soy capaz de doblegarte?- dijo y de repente noté como una especie de fuerza que me dejaba inmóvil e incapaz de controlar mi cuerpo. Era la segunda vez que pasaba. Se acercó a mí. Paseó sus labios desde mi frente, deslizándolos por la nariz y frenándolos en mi boca. Se detuvo aunque a una distancia que ni una aguja cabía. Me volvió a mirar y sonrió- cuando yo digo las cosas, no las digo por que sí. Si hay algo que me atrae de ti es ese carácter. Me divertiré doblegándote. Me gustan los retos.- acercó su boca a mi oído y susurró- no te preocupes si no lo entiendes; pronto resolveré tus dudas- volvió a mirarme. Rozó mis labios con la punta de su lengua y se levantó. Hasta que no sonó la puerta confirmando que se había ido, no volví a sentirme dueña de mi misma. Estaba temblando pero sudaba a la vez. Cuando volvió la enfermera me aconsejó quedarme en cama y que al día siguiente no fuera a clase. Pero no la escuché. Estaba asustada, pero necesitaba la necesidad de verle; así que nevara, tronase o me estuviera muriendo, sabía que ya no podía haber un día en que mis ojos no cruzasen mirada con aquellas pupilas penetrante e iris violetas.

miércoles, 25 de junio de 2008

Capítulo 3



Entonces nuestros labios se separaron y me quedé mirándole embobada ante la incrédula mirada de mis compañeros. De repente, como si hubiera despertado de una hipnosis, caí en la cuenta de lo que acababa de hacer, me puse roja como un tomate.
-¡Danielle! ¡Jonathan!- exclamó la Srta. Parker- ¡os he dicho que os metáis en el personaje, pero no tan a fondo!
Una sonrisa pícara apareció en el rostro de él, como si yo acabara de hacer algo ya planeado. Tocó el timbre. La clase había terminado, y teníamos clases de optativas. Para mi suerte, el no había elegido la clase de Arte; así que tan pronto como pude, agarré mis cosas y salí corriendo de mi clase.
-¡Danielle!- me llamó Karen- ¿A qué ha venido eso?- preguntó asombrada- ¿no decías que ese tipo de chico no te interesaba?
-Pues a mi me ha parecido súper romántico- dijo Martha asomando la cabeza entre nuestros hombros- parecía que estaba viendo el teatro –sonrió
-Ni yo misma lo comprendo- dije avergonzada- de repente fue un impulso que no pude frenar, una fuerza que tiraba de mi…- traté de explicar la extraña sensación que ahondó en mí
-A ti lo que te pasaba es que has hecho lo que todas queríamos hacerle cuando le hemos visto entrar- bromeó Martha- por que ¡anda que no está bueno el chico!- le dio un pequeño codazo a Karen en señal de complicidad- y bueno… ¿Qué tal besa?- preguntó intrigada
- la verdad…-suspiré- la verdad que nunca me habían besado así. Me recorrió un escalofrío por el cuerpo, y ha sido una mezcla entre intensidad y dulzura… tan extraña…
-¡pido sentarme con él en lengua!- bromeó Karen. Acompañé a sus bromas con una risa forzada ya que no eran capaces de entender como me había sentido. Entramos en clase, pero no me pude concentrar. Mi cabeza no hacía más que recordar lo sucedido. ¿Y si tenía razón Martha y simplemente fue un instinto? Decidí buscarle en el almuerzo y pedirle perdón, no debe ser muy agradable que en tu primer día, una desconocida te bese.
Después de arte tuvimos gimnasia, en la única asignatura en que estamos separados por sexos. Mientras nosotras practicábamos atletismo, los chicos jugaban al baloncesto, y realmente quedé alucinada con la forma de jugar de Jonathan, era increíblemente bueno. En una de estas veces que me embobé mirándole, coincidieron nuestros ojos y casi instantáneamente retiré la mirada. El frío se apoderó de mí. Se levantó un fuerte viento y de repente comenzó a llover, primero poco a poco y acto seguido, se avecinó una tormenta. Todos corrieron dentro, mientras yo, sin saber por qué, permanecí inmóvil mientras el agua caía sobre mí. Comenzó a tronar. Los rayos y los truenos producen en mí pavor, lo cual provocó en mí todavía más motivo para mi petrificación.
-¡Danielle! ¡Cuidado!- escuché a Karen gritar. Lentamente me giré y todo pasó en una décima de segundo. Acto seguido me encontré en el suelo, con Jonathan tirado al lado mía boca abajo y una gran rama en el suelo.
-¿Estás bien?- me preguntó, asentí aturdida- vamonos- me tendió la mano y juntos nos fuimos al edificio.
-¿eres tonta?- me abrazaron mis amigas- ¿Por qué no te movías? ¡Que susto nos has dado!
-¿Qué ha pasado?- pregunté descolocada
-Te has quedado inmóvil, una rama se desprendió de un árbol y casi te aplasta de no ser por él- me explicó el Sr. Taylor señalando a Jonathan. Estaba en una esquina secándose el pelo con la chaqueta, y haciéndose el indiferente, como si no hubiera pasado nada.
- será mejor que vayas a la enfermería- aconsejó el profesor, y acompañada de Karen fui, y me tumbé en una camilla.
-Ha sido una suerte que me halla salvado este chico…-dije tras un rato de silencio, a lo cual Karen, que se encontraba con la mirada perdida en la ventana, respondió con un leve movimiento de cabeza- ¿te pasa algo? –pregunté
-Estoy intrigada acerca de algo.- dijo, a lo cual puse una cara de no comprender a que se refería- recuerdas que yo grité tu nombre, ¿no?- asentí- y después Jonathan te salvó. Fue muy rápido.
-Andaría cerca de mí Karen.- le expliqué- del gimnasio a donde estaba yo hay unos 5 metros…
- por eso precisamente Danielle. Cuando yo grité, el se encontraba justo al lado mía, y en un abrir y cerrar de ojos estaba allí. – Explicó- no sé cómo lo hizo, pero es muy raro. Nadie es tan rápido para recorrer tanta distancia en tan poco tiempo.
Al rato ella se fue para que yo descansara, pero lo que había dicho me dejó intrigada. Debía estar equivocada ¿Quién recorre una distancia de 5 metros en una milésima de segundo? Cerré los ojos para tratar de dormir, cuando oí que alguien entraba en la sala y descorría la cortina que me aislaba del resto de camas.

martes, 24 de junio de 2008

Capítulo 2

-Espero que le hagáis sentir como en casa- nos pidió la directora y acto seguido se fue, dejando a Jonathan en medio del estrado con la mirada perdida y el rostro serio.
-Bueno…- se aproximó a él la Srta. Parker- aparte de la introducción de la Sra. Directora, ¿Quieres introducirte en algo más? –le preguntó amable
- No- dijo secamente, preferiría que me indicase donde tengo que sentarme, por favor.- me sorprendí de su actitud. No se movió para pronunciar las palabras, ni siquiera miró a la profesora.- ¡Qué antipático!- pensé. Y entonces, como si me hubiera oído, volvió a mirarme, pero esta vez era una mirada distinta. Mezclaba la curiosidad, con una penetrante mirada de desafío, a lo que añadió una media sonrisa.
- si no fuera mucha molestia, ¿podría sentarme al lado de ella?- y acto seguido me señaló. Instintivamente miré a mi alrededor y comprobé que al lado mía había un asiento libre. No me había dado cuenta que mi compañero había faltado.
- Señorita- me puse en pie- pero es que mi compañero ha faltado- expliqué, ya que no me parecía justo que ocupase un lugar que no era suyo.
- ¡Ah! Es verdad…- recordó- Mike Sullyvan no volverá, por motivos que desconozco, no ha renovado la matrícula y ha abandonado el colegio…parece ser que se ha mudado.- nos explicó- así que no pasa nada por que Jonathan ocupe su asiento.
De la profesora a mi asiento hay escasos segundos, pero estaba tan concentrada en el nuevo individuo que se aproximaba a mi, que parecieron minutos, e incluso horas. A medida que se acercaba iba sintiendo una especie de cosquilleo; el típico nervio que te hace ponerte roja como un tomate y el no saber bien que hacer ni decir. Se sentó, acomodó su mochila en el respaldo de la silla y apoyó su cabeza sobre su mano y codo.
-Danielle – me dijo la Srta.- comparte tu libro con él- obedecí- Vamos a pasar a otro libro. Coged Romeo y Julieta- los chicos se quejaron, pero yo encantada de seguir con Shakespeare.- vamos a asignar los personajes. Karen, que sé que no te gusta leer mucho, serás el ama. David eres Mercucio, Danielle… - se hizo de rogar, pero bien sabía que me iba a dar Julieta, era su alumna favorita- Julieta, Robert padre Capuleto…- pensó un poco y miró a Jonathan.- Jonathan, has leído esta obra- el asintió- bien, puesto que eres nuevo te permito elegir el personaje con el que te sientas más cómodo.- propuso amablemente.
-Si no fuera mucha molestia- dijo con una voz suave- me gustaría interpretar a Romeo- dicha respuesta sorprendió a la profesora, quien accedió y prosiguió con el reparto de personajes- es mucha molestia, ¿podrías compartir el libro?- me descolocaba esa actitud. Tan pronto era un estúpido que no miraba a la cara y lanzabas miradas desafiantes, como era toda dulzura y amabilidad… y lo peor de todo, es que cuando es amable una extraña fuerza impulsa a obedecerle.
-ten- puse el libro en el centro y comenzamos a leer.
- bien -dijo la profesora- ahora por favor pasemos al acto I escena 5- mandó- Danielle, ya sabes la entonación que quiero. Jonathan me gustaría que le dieras el énfasis que merece la obra.- el asintió- adelante
ROMEO.- Si profanara con mi mano indigna este sagrado altar, el amable pecado venial serían mis labios, dos ruborosos peregrinos que están listos para suavizar con un tierno beso tan rudo contacto…
JULIETA.- Buen peregrino, eres demasiado injusto con las palmas de tus manos, que bien muestran tu devoción. Los santos también tienen manos con las que tocan a los peregrinos y cuando enlazan palma con palma, es como un beso santo de los peregrinos…
ROMEO.- ¿Y acaso, los santos, no tienen labios?¿Tampoco los peregrinos?

- caí en la cuenta del color rojo intenso de sus labios carnosos, y durante un breve instante no pude evitar mirarlos, pero proseguí leyendo.-
JULIETA.- Sí, los peregrinos tienen labios para decir sus oraciones…ROMEO.- Entonces, santa adorada, deja que los labios hagan lo que las manos: que recen y que la fe no desespere.
JULIETA.- Los santos no se mueven, aunque acceden a las plegarias.
ROMEO.- Pues no te muevas, mientras recojo el fruto de mis plegarias…y que tus labios limpien a los míos del pecado.

- y sin darme cuenta vi como la distancia de nuestras cabezas era menor que el grosor del libro que estábamos leyendo, pero no podía parar; su voz me tenía atontada y obedecía ciegamente-
JULIETA.- Venga a mis labios el pecado que los tuyos tenían
ROMEO.- ¿Un pecado?, ¿de mis labios? Oh, dulce urgencia del pecado, dame otro pecado, dame, dame...

- y tras posar mis ojos sobre los suyos, el acercó su cara a la mía para que nuestros labios se unieran en un beso. No sería el primero ni el último que me diera, y sé que nunca sentiría eso que sentí al besar a ese “Romeo” misterioso.

Capítulo 1

Recuerdo que aquella mañana hacía mucho más frío que de costumbre, quizás demasiado. El cielo estaba, como solemos decir, encapotado; tanto, que pareciera como si el cielo se fuese a caer. Aunque ya eran más de las nueve y media de la mañana, parecía como si no hubiese amanecido. El cielo estaba completamente negro y la verdad, no era habitual eso, y mucho menos en marzo, pero teniendo en cuenta que en noviembre seguía haciendo calor, no le di la mayor importancia.
Me levanté de un brinco, era la vuelta de las vacaciones y ya tenia ganas de ver a mis compañeras y que me pusieran al día de todo. Normalmente me era indiferente que lloviera o no, pero me fastidió que concretamente lo hiciera ese día, ya que no me había permitido estrenar una blusa preciosa que me había comprado, pero en fin, con lo loco que estaba el tiempo, probablemente al día siguiente hiciera buen día y podía estrenarla. Cogí un jersey de cuello vuelto negro, un pantalón vaquero, las botas negras y bajé a desayunar. Phoebe, mi hermana, ya había salido a la universidad, así que me tocaba desayunar con mamá y papá.
¿Contenta de volver a la monotonía?- preguntó mamá mientras me servia el café y calentaba el pan para las tostadas
-Ni te imaginas- respondí bebiendo del zumo de naranja- estaba asqueada de estar tanto tiempo sola.
-Seguro que también echabas de menos a la Srta. Brooks…- bromeó mi padre dejándome ver una sonrisa picarona tras el periódico deportivo. La Srta. Brooks era la profesora de matemáticas, y no podía con ella.
-A esa que le parta un rayo- le dije.-
- Nunca le desees mal a nadie- advirtió – puede volverse en tu contra- me sirvió la tostada y se sentó para desayunar ella también. Una vez terminado todo, subí a por mi mochila y mi abrigo blanco; di un beso a mis padres y corrí a la parada del autobús. Como de costumbre Martha y Karen habían guardado los asientos del final para sentarnos juntas. Me senté en el centro, con Karen a mi derecha y Martha a mi izquierda. Karen siempre tenía noticias nuevas referentes al colegio, puesto que su madre era la directora, y ese día nos traía una de última hora.
- va a entrar un chico nuevo- nos anunció- es de Transilvana, va a nuestra clase.
- pero lo importante… ¿es guapo?- bromeó Martha a la cual seguí con mis risas
- Según me ha dicho mi madre, lo es y bastante- respondió- pero que es muy callado y algo rarito. Muy serio y callado para su edad.
- será tímido- dijo Martha
-¡Bah! Seguro que es el típico bicho raro que se quiere hacer el interesante…- dije quitándole importancia. Justo en ese momento llegamos al instituto. Bajar del autobús supuso una bofetada de aire frío en la cara. Cada vez se hacía más intenso, como si estuviera llegando el invierno. A primera hora tocaba lengua, teníamos que leer Hamlet. Es una de mis obras favoritas, así que encantada. Comenzamos a leer, y si hay algo que me gusta en Shakespeare es el tono desgarrador de la tragedia de sus personajes. Nos encontrábamos justo en el momento que Hamlet dialoga con el fantasma de su padre cuando la directora interrumpió la lectura.
- Buenos días alumnos- saludó e hizo un guiño a Karen- primero, bienvenidos de nuevo, espero que halláis descansado durante estas vacaciones. Vengo para presentaros a vuestro nuevo compañero.- se giró hacia la puerta- pasa- le dijo suave y cariñosamente, y entonces fue cuando le vi por primera vez. Me impresionó lo alto que era para su edad, y esa tez pálida, digna de Transilvania. El pelo castaño le caía sobre los ojos, algo revuelto, pero normal por el fuerte viento que hacía fuera. Iba con una camisa roja, una cazadora de cuero negra, unos vaqueros y unas zapatillas de deporte. Iba muy fresco para el tiempo que hacía. Fue entonces cuando cruzamos luna mirada. Sus ojos eran increíbles. Nunca los había visto iguales. Violetas, pero con la profundidad e intensidad suficiente para que me hiciera sentir incómoda. – Clase- prosiguió la madre de Karen- os presento a Jonathan- y sin saber por qué ese nombre resonó en mi cabeza como un eco. No me preguntéis por qué, pero sabía que jamás olvidaría ese nombre.

Prefacio

¿Dónde estoy?- dije al despertar y verlo todo oscuro- ¿Qué es este extraño lugar?- traté de ponerme de pie, pero me encontraba demasiado mareada como para si quiera incorporarme, así que decidí mantenerme tumbada un poco más, hasta que por lo menos se me pasase el mareo. Miré a mí alrededor para identificar donde me encontraba. Distinguí que era una habitación, lúgubre y oscura, pero bien amueblada con un dosel antiguo sustentado por columnas salomónicas de madera. Sentía como si el colchón me fuera a tragar por su poca dureza. Finalmente logré incorporarme y vi que la cama no estaba deshecha, parecía como si alguien me hubiera dejado encima de ella y yo ni me hubiese movido.
Me puse en pie, e inspeccioné la habitación. La luz oscura de la ventana se filtraba contrarrestando el azul intenso de la noche con el color burdeos de la colcha y del dosel, dando un color púrpura intenso. La habitación donde me encontraba parecía sacada de una película de la edad media, con esos muebles antiguos, pero sin embargo parecía como si por ellos no hubiera pasado el tiempo.
Me duele la cabeza- pensé tocándomela- ¿cómo diablos he acabado aquí?- y deslicé la mano por mi pelo suelto hasta el cuello. Me percaté entonces lo fría que estaba. - ¿Yo? ¿Fría? ¡Ni en invierno!- pensé- esto es muy raro.- de repente divisé la puerta de la habitación me apresuré a ella y por no variar, estaba cerrada. – Esto parece una película- me dije a mi misma- ahora a ver como diantre salgo de aquí – comencé a mirar a mi alrededor y descubrí una ventana. Me aproximé a ella pero al intentar abrirla descubrí que no era una ventana, era un espejo; pero no podía ser por que… yo estaba situada justo en frente ¡Y no salía reflejada! Toqué el cristal, y aún así no era capaz de ver mi mano, pareciera como si fuera invisible.
¿¡Que es esto!?- Grité- ¿¡Qué esta pasando?!- al echarme atrás noté como mi espalda encontraba un estorbo, y no era precisamente un objeto. Tragué saliva y me giré lentamente; y fue entonces cuando me topé con esos ojos violetas; los responsables de que ahora sea lo que soy.

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