-Espero que le hagáis sentir como en casa- nos pidió la directora y acto seguido se fue, dejando a Jonathan en medio del estrado con la mirada perdida y el rostro serio.
-Bueno…- se aproximó a él la Srta. Parker- aparte de la introducción de la Sra. Directora, ¿Quieres introducirte en algo más? –le preguntó amable
- No- dijo secamente, preferiría que me indicase donde tengo que sentarme, por favor.- me sorprendí de su actitud. No se movió para pronunciar las palabras, ni siquiera miró a la profesora.- ¡Qué antipático!- pensé. Y entonces, como si me hubiera oído, volvió a mirarme, pero esta vez era una mirada distinta. Mezclaba la curiosidad, con una penetrante mirada de desafío, a lo que añadió una media sonrisa.
- si no fuera mucha molestia, ¿podría sentarme al lado de ella?- y acto seguido me señaló. Instintivamente miré a mi alrededor y comprobé que al lado mía había un asiento libre. No me había dado cuenta que mi compañero había faltado.
- Señorita- me puse en pie- pero es que mi compañero ha faltado- expliqué, ya que no me parecía justo que ocupase un lugar que no era suyo.
- ¡Ah! Es verdad…- recordó- Mike Sullyvan no volverá, por motivos que desconozco, no ha renovado la matrícula y ha abandonado el colegio…parece ser que se ha mudado.- nos explicó- así que no pasa nada por que Jonathan ocupe su asiento.
De la profesora a mi asiento hay escasos segundos, pero estaba tan concentrada en el nuevo individuo que se aproximaba a mi, que parecieron minutos, e incluso horas. A medida que se acercaba iba sintiendo una especie de cosquilleo; el típico nervio que te hace ponerte roja como un tomate y el no saber bien que hacer ni decir. Se sentó, acomodó su mochila en el respaldo de la silla y apoyó su cabeza sobre su mano y codo.
-Danielle – me dijo la Srta.- comparte tu libro con él- obedecí- Vamos a pasar a otro libro. Coged Romeo y Julieta- los chicos se quejaron, pero yo encantada de seguir con Shakespeare.- vamos a asignar los personajes. Karen, que sé que no te gusta leer mucho, serás el ama. David eres Mercucio, Danielle… - se hizo de rogar, pero bien sabía que me iba a dar Julieta, era su alumna favorita- Julieta, Robert padre Capuleto…- pensó un poco y miró a Jonathan.- Jonathan, has leído esta obra- el asintió- bien, puesto que eres nuevo te permito elegir el personaje con el que te sientas más cómodo.- propuso amablemente.
-Si no fuera mucha molestia- dijo con una voz suave- me gustaría interpretar a Romeo- dicha respuesta sorprendió a la profesora, quien accedió y prosiguió con el reparto de personajes- es mucha molestia, ¿podrías compartir el libro?- me descolocaba esa actitud. Tan pronto era un estúpido que no miraba a la cara y lanzabas miradas desafiantes, como era toda dulzura y amabilidad… y lo peor de todo, es que cuando es amable una extraña fuerza impulsa a obedecerle.
-ten- puse el libro en el centro y comenzamos a leer.
- bien -dijo la profesora- ahora por favor pasemos al acto I escena 5- mandó- Danielle, ya sabes la entonación que quiero. Jonathan me gustaría que le dieras el énfasis que merece la obra.- el asintió- adelante
ROMEO.- Si profanara con mi mano indigna este sagrado altar, el amable pecado venial serían mis labios, dos ruborosos peregrinos que están listos para suavizar con un tierno beso tan rudo contacto…
-Bueno…- se aproximó a él la Srta. Parker- aparte de la introducción de la Sra. Directora, ¿Quieres introducirte en algo más? –le preguntó amable
- No- dijo secamente, preferiría que me indicase donde tengo que sentarme, por favor.- me sorprendí de su actitud. No se movió para pronunciar las palabras, ni siquiera miró a la profesora.- ¡Qué antipático!- pensé. Y entonces, como si me hubiera oído, volvió a mirarme, pero esta vez era una mirada distinta. Mezclaba la curiosidad, con una penetrante mirada de desafío, a lo que añadió una media sonrisa.
- si no fuera mucha molestia, ¿podría sentarme al lado de ella?- y acto seguido me señaló. Instintivamente miré a mi alrededor y comprobé que al lado mía había un asiento libre. No me había dado cuenta que mi compañero había faltado.
- Señorita- me puse en pie- pero es que mi compañero ha faltado- expliqué, ya que no me parecía justo que ocupase un lugar que no era suyo.
- ¡Ah! Es verdad…- recordó- Mike Sullyvan no volverá, por motivos que desconozco, no ha renovado la matrícula y ha abandonado el colegio…parece ser que se ha mudado.- nos explicó- así que no pasa nada por que Jonathan ocupe su asiento.
De la profesora a mi asiento hay escasos segundos, pero estaba tan concentrada en el nuevo individuo que se aproximaba a mi, que parecieron minutos, e incluso horas. A medida que se acercaba iba sintiendo una especie de cosquilleo; el típico nervio que te hace ponerte roja como un tomate y el no saber bien que hacer ni decir. Se sentó, acomodó su mochila en el respaldo de la silla y apoyó su cabeza sobre su mano y codo.
-Danielle – me dijo la Srta.- comparte tu libro con él- obedecí- Vamos a pasar a otro libro. Coged Romeo y Julieta- los chicos se quejaron, pero yo encantada de seguir con Shakespeare.- vamos a asignar los personajes. Karen, que sé que no te gusta leer mucho, serás el ama. David eres Mercucio, Danielle… - se hizo de rogar, pero bien sabía que me iba a dar Julieta, era su alumna favorita- Julieta, Robert padre Capuleto…- pensó un poco y miró a Jonathan.- Jonathan, has leído esta obra- el asintió- bien, puesto que eres nuevo te permito elegir el personaje con el que te sientas más cómodo.- propuso amablemente.
-Si no fuera mucha molestia- dijo con una voz suave- me gustaría interpretar a Romeo- dicha respuesta sorprendió a la profesora, quien accedió y prosiguió con el reparto de personajes- es mucha molestia, ¿podrías compartir el libro?- me descolocaba esa actitud. Tan pronto era un estúpido que no miraba a la cara y lanzabas miradas desafiantes, como era toda dulzura y amabilidad… y lo peor de todo, es que cuando es amable una extraña fuerza impulsa a obedecerle.
-ten- puse el libro en el centro y comenzamos a leer.
- bien -dijo la profesora- ahora por favor pasemos al acto I escena 5- mandó- Danielle, ya sabes la entonación que quiero. Jonathan me gustaría que le dieras el énfasis que merece la obra.- el asintió- adelante
ROMEO.- Si profanara con mi mano indigna este sagrado altar, el amable pecado venial serían mis labios, dos ruborosos peregrinos que están listos para suavizar con un tierno beso tan rudo contacto…
JULIETA.- Buen peregrino, eres demasiado injusto con las palmas de tus manos, que bien muestran tu devoción. Los santos también tienen manos con las que tocan a los peregrinos y cuando enlazan palma con palma, es como un beso santo de los peregrinos…
ROMEO.- ¿Y acaso, los santos, no tienen labios?¿Tampoco los peregrinos?
- caí en la cuenta del color rojo intenso de sus labios carnosos, y durante un breve instante no pude evitar mirarlos, pero proseguí leyendo.-
JULIETA.- Sí, los peregrinos tienen labios para decir sus oraciones…ROMEO.- Entonces, santa adorada, deja que los labios hagan lo que las manos: que recen y que la fe no desespere.
- caí en la cuenta del color rojo intenso de sus labios carnosos, y durante un breve instante no pude evitar mirarlos, pero proseguí leyendo.-
JULIETA.- Sí, los peregrinos tienen labios para decir sus oraciones…ROMEO.- Entonces, santa adorada, deja que los labios hagan lo que las manos: que recen y que la fe no desespere.
JULIETA.- Los santos no se mueven, aunque acceden a las plegarias.
ROMEO.- Pues no te muevas, mientras recojo el fruto de mis plegarias…y que tus labios limpien a los míos del pecado.
- y sin darme cuenta vi como la distancia de nuestras cabezas era menor que el grosor del libro que estábamos leyendo, pero no podía parar; su voz me tenía atontada y obedecía ciegamente-
JULIETA.- Venga a mis labios el pecado que los tuyos tenían
- y sin darme cuenta vi como la distancia de nuestras cabezas era menor que el grosor del libro que estábamos leyendo, pero no podía parar; su voz me tenía atontada y obedecía ciegamente-
JULIETA.- Venga a mis labios el pecado que los tuyos tenían
ROMEO.- ¿Un pecado?, ¿de mis labios? Oh, dulce urgencia del pecado, dame otro pecado, dame, dame...
- y tras posar mis ojos sobre los suyos, el acercó su cara a la mía para que nuestros labios se unieran en un beso. No sería el primero ni el último que me diera, y sé que nunca sentiría eso que sentí al besar a ese “Romeo” misterioso.
- y tras posar mis ojos sobre los suyos, el acercó su cara a la mía para que nuestros labios se unieran en un beso. No sería el primero ni el último que me diera, y sé que nunca sentiría eso que sentí al besar a ese “Romeo” misterioso.
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