miércoles, 25 de junio de 2008

Capítulo 3



Entonces nuestros labios se separaron y me quedé mirándole embobada ante la incrédula mirada de mis compañeros. De repente, como si hubiera despertado de una hipnosis, caí en la cuenta de lo que acababa de hacer, me puse roja como un tomate.
-¡Danielle! ¡Jonathan!- exclamó la Srta. Parker- ¡os he dicho que os metáis en el personaje, pero no tan a fondo!
Una sonrisa pícara apareció en el rostro de él, como si yo acabara de hacer algo ya planeado. Tocó el timbre. La clase había terminado, y teníamos clases de optativas. Para mi suerte, el no había elegido la clase de Arte; así que tan pronto como pude, agarré mis cosas y salí corriendo de mi clase.
-¡Danielle!- me llamó Karen- ¿A qué ha venido eso?- preguntó asombrada- ¿no decías que ese tipo de chico no te interesaba?
-Pues a mi me ha parecido súper romántico- dijo Martha asomando la cabeza entre nuestros hombros- parecía que estaba viendo el teatro –sonrió
-Ni yo misma lo comprendo- dije avergonzada- de repente fue un impulso que no pude frenar, una fuerza que tiraba de mi…- traté de explicar la extraña sensación que ahondó en mí
-A ti lo que te pasaba es que has hecho lo que todas queríamos hacerle cuando le hemos visto entrar- bromeó Martha- por que ¡anda que no está bueno el chico!- le dio un pequeño codazo a Karen en señal de complicidad- y bueno… ¿Qué tal besa?- preguntó intrigada
- la verdad…-suspiré- la verdad que nunca me habían besado así. Me recorrió un escalofrío por el cuerpo, y ha sido una mezcla entre intensidad y dulzura… tan extraña…
-¡pido sentarme con él en lengua!- bromeó Karen. Acompañé a sus bromas con una risa forzada ya que no eran capaces de entender como me había sentido. Entramos en clase, pero no me pude concentrar. Mi cabeza no hacía más que recordar lo sucedido. ¿Y si tenía razón Martha y simplemente fue un instinto? Decidí buscarle en el almuerzo y pedirle perdón, no debe ser muy agradable que en tu primer día, una desconocida te bese.
Después de arte tuvimos gimnasia, en la única asignatura en que estamos separados por sexos. Mientras nosotras practicábamos atletismo, los chicos jugaban al baloncesto, y realmente quedé alucinada con la forma de jugar de Jonathan, era increíblemente bueno. En una de estas veces que me embobé mirándole, coincidieron nuestros ojos y casi instantáneamente retiré la mirada. El frío se apoderó de mí. Se levantó un fuerte viento y de repente comenzó a llover, primero poco a poco y acto seguido, se avecinó una tormenta. Todos corrieron dentro, mientras yo, sin saber por qué, permanecí inmóvil mientras el agua caía sobre mí. Comenzó a tronar. Los rayos y los truenos producen en mí pavor, lo cual provocó en mí todavía más motivo para mi petrificación.
-¡Danielle! ¡Cuidado!- escuché a Karen gritar. Lentamente me giré y todo pasó en una décima de segundo. Acto seguido me encontré en el suelo, con Jonathan tirado al lado mía boca abajo y una gran rama en el suelo.
-¿Estás bien?- me preguntó, asentí aturdida- vamonos- me tendió la mano y juntos nos fuimos al edificio.
-¿eres tonta?- me abrazaron mis amigas- ¿Por qué no te movías? ¡Que susto nos has dado!
-¿Qué ha pasado?- pregunté descolocada
-Te has quedado inmóvil, una rama se desprendió de un árbol y casi te aplasta de no ser por él- me explicó el Sr. Taylor señalando a Jonathan. Estaba en una esquina secándose el pelo con la chaqueta, y haciéndose el indiferente, como si no hubiera pasado nada.
- será mejor que vayas a la enfermería- aconsejó el profesor, y acompañada de Karen fui, y me tumbé en una camilla.
-Ha sido una suerte que me halla salvado este chico…-dije tras un rato de silencio, a lo cual Karen, que se encontraba con la mirada perdida en la ventana, respondió con un leve movimiento de cabeza- ¿te pasa algo? –pregunté
-Estoy intrigada acerca de algo.- dijo, a lo cual puse una cara de no comprender a que se refería- recuerdas que yo grité tu nombre, ¿no?- asentí- y después Jonathan te salvó. Fue muy rápido.
-Andaría cerca de mí Karen.- le expliqué- del gimnasio a donde estaba yo hay unos 5 metros…
- por eso precisamente Danielle. Cuando yo grité, el se encontraba justo al lado mía, y en un abrir y cerrar de ojos estaba allí. – Explicó- no sé cómo lo hizo, pero es muy raro. Nadie es tan rápido para recorrer tanta distancia en tan poco tiempo.
Al rato ella se fue para que yo descansara, pero lo que había dicho me dejó intrigada. Debía estar equivocada ¿Quién recorre una distancia de 5 metros en una milésima de segundo? Cerré los ojos para tratar de dormir, cuando oí que alguien entraba en la sala y descorría la cortina que me aislaba del resto de camas.

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