Recuerdo que aquella mañana hacía mucho más frío que de costumbre, quizás demasiado. El cielo estaba, como solemos decir, encapotado; tanto, que pareciera como si el cielo se fuese a caer. Aunque ya eran más de las nueve y media de la mañana, parecía como si no hubiese amanecido. El cielo estaba completamente negro y la verdad, no era habitual eso, y mucho menos en marzo, pero teniendo en cuenta que en noviembre seguía haciendo calor, no le di la mayor importancia.
Me levanté de un brinco, era la vuelta de las vacaciones y ya tenia ganas de ver a mis compañeras y que me pusieran al día de todo. Normalmente me era indiferente que lloviera o no, pero me fastidió que concretamente lo hiciera ese día, ya que no me había permitido estrenar una blusa preciosa que me había comprado, pero en fin, con lo loco que estaba el tiempo, probablemente al día siguiente hiciera buen día y podía estrenarla. Cogí un jersey de cuello vuelto negro, un pantalón vaquero, las botas negras y bajé a desayunar. Phoebe, mi hermana, ya había salido a la universidad, así que me tocaba desayunar con mamá y papá.
¿Contenta de volver a la monotonía?- preguntó mamá mientras me servia el café y calentaba el pan para las tostadas
-Ni te imaginas- respondí bebiendo del zumo de naranja- estaba asqueada de estar tanto tiempo sola.
-Seguro que también echabas de menos a la Srta. Brooks…- bromeó mi padre dejándome ver una sonrisa picarona tras el periódico deportivo. La Srta. Brooks era la profesora de matemáticas, y no podía con ella.
-A esa que le parta un rayo- le dije.-
- Nunca le desees mal a nadie- advirtió – puede volverse en tu contra- me sirvió la tostada y se sentó para desayunar ella también. Una vez terminado todo, subí a por mi mochila y mi abrigo blanco; di un beso a mis padres y corrí a la parada del autobús. Como de costumbre Martha y Karen habían guardado los asientos del final para sentarnos juntas. Me senté en el centro, con Karen a mi derecha y Martha a mi izquierda. Karen siempre tenía noticias nuevas referentes al colegio, puesto que su madre era la directora, y ese día nos traía una de última hora.
- va a entrar un chico nuevo- nos anunció- es de Transilvana, va a nuestra clase.
- pero lo importante… ¿es guapo?- bromeó Martha a la cual seguí con mis risas
- Según me ha dicho mi madre, lo es y bastante- respondió- pero que es muy callado y algo rarito. Muy serio y callado para su edad.
- será tímido- dijo Martha
-¡Bah! Seguro que es el típico bicho raro que se quiere hacer el interesante…- dije quitándole importancia. Justo en ese momento llegamos al instituto. Bajar del autobús supuso una bofetada de aire frío en la cara. Cada vez se hacía más intenso, como si estuviera llegando el invierno. A primera hora tocaba lengua, teníamos que leer Hamlet. Es una de mis obras favoritas, así que encantada. Comenzamos a leer, y si hay algo que me gusta en Shakespeare es el tono desgarrador de la tragedia de sus personajes. Nos encontrábamos justo en el momento que Hamlet dialoga con el fantasma de su padre cuando la directora interrumpió la lectura.
- Buenos días alumnos- saludó e hizo un guiño a Karen- primero, bienvenidos de nuevo, espero que halláis descansado durante estas vacaciones. Vengo para presentaros a vuestro nuevo compañero.- se giró hacia la puerta- pasa- le dijo suave y cariñosamente, y entonces fue cuando le vi por primera vez. Me impresionó lo alto que era para su edad, y esa tez pálida, digna de Transilvania. El pelo castaño le caía sobre los ojos, algo revuelto, pero normal por el fuerte viento que hacía fuera. Iba con una camisa roja, una cazadora de cuero negra, unos vaqueros y unas zapatillas de deporte. Iba muy fresco para el tiempo que hacía. Fue entonces cuando cruzamos luna mirada. Sus ojos eran increíbles. Nunca los había visto iguales. Violetas, pero con la profundidad e intensidad suficiente para que me hiciera sentir incómoda. – Clase- prosiguió la madre de Karen- os presento a Jonathan- y sin saber por qué ese nombre resonó en mi cabeza como un eco. No me preguntéis por qué, pero sabía que jamás olvidaría ese nombre.
Me levanté de un brinco, era la vuelta de las vacaciones y ya tenia ganas de ver a mis compañeras y que me pusieran al día de todo. Normalmente me era indiferente que lloviera o no, pero me fastidió que concretamente lo hiciera ese día, ya que no me había permitido estrenar una blusa preciosa que me había comprado, pero en fin, con lo loco que estaba el tiempo, probablemente al día siguiente hiciera buen día y podía estrenarla. Cogí un jersey de cuello vuelto negro, un pantalón vaquero, las botas negras y bajé a desayunar. Phoebe, mi hermana, ya había salido a la universidad, así que me tocaba desayunar con mamá y papá.
¿Contenta de volver a la monotonía?- preguntó mamá mientras me servia el café y calentaba el pan para las tostadas
-Ni te imaginas- respondí bebiendo del zumo de naranja- estaba asqueada de estar tanto tiempo sola.
-Seguro que también echabas de menos a la Srta. Brooks…- bromeó mi padre dejándome ver una sonrisa picarona tras el periódico deportivo. La Srta. Brooks era la profesora de matemáticas, y no podía con ella.
-A esa que le parta un rayo- le dije.-
- Nunca le desees mal a nadie- advirtió – puede volverse en tu contra- me sirvió la tostada y se sentó para desayunar ella también. Una vez terminado todo, subí a por mi mochila y mi abrigo blanco; di un beso a mis padres y corrí a la parada del autobús. Como de costumbre Martha y Karen habían guardado los asientos del final para sentarnos juntas. Me senté en el centro, con Karen a mi derecha y Martha a mi izquierda. Karen siempre tenía noticias nuevas referentes al colegio, puesto que su madre era la directora, y ese día nos traía una de última hora.
- va a entrar un chico nuevo- nos anunció- es de Transilvana, va a nuestra clase.
- pero lo importante… ¿es guapo?- bromeó Martha a la cual seguí con mis risas
- Según me ha dicho mi madre, lo es y bastante- respondió- pero que es muy callado y algo rarito. Muy serio y callado para su edad.
- será tímido- dijo Martha
-¡Bah! Seguro que es el típico bicho raro que se quiere hacer el interesante…- dije quitándole importancia. Justo en ese momento llegamos al instituto. Bajar del autobús supuso una bofetada de aire frío en la cara. Cada vez se hacía más intenso, como si estuviera llegando el invierno. A primera hora tocaba lengua, teníamos que leer Hamlet. Es una de mis obras favoritas, así que encantada. Comenzamos a leer, y si hay algo que me gusta en Shakespeare es el tono desgarrador de la tragedia de sus personajes. Nos encontrábamos justo en el momento que Hamlet dialoga con el fantasma de su padre cuando la directora interrumpió la lectura.
- Buenos días alumnos- saludó e hizo un guiño a Karen- primero, bienvenidos de nuevo, espero que halláis descansado durante estas vacaciones. Vengo para presentaros a vuestro nuevo compañero.- se giró hacia la puerta- pasa- le dijo suave y cariñosamente, y entonces fue cuando le vi por primera vez. Me impresionó lo alto que era para su edad, y esa tez pálida, digna de Transilvania. El pelo castaño le caía sobre los ojos, algo revuelto, pero normal por el fuerte viento que hacía fuera. Iba con una camisa roja, una cazadora de cuero negra, unos vaqueros y unas zapatillas de deporte. Iba muy fresco para el tiempo que hacía. Fue entonces cuando cruzamos luna mirada. Sus ojos eran increíbles. Nunca los había visto iguales. Violetas, pero con la profundidad e intensidad suficiente para que me hiciera sentir incómoda. – Clase- prosiguió la madre de Karen- os presento a Jonathan- y sin saber por qué ese nombre resonó en mi cabeza como un eco. No me preguntéis por qué, pero sabía que jamás olvidaría ese nombre.
1 comentario:
Jonathan... Va a dar que hablar seguro
Besos parpadeantes
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