Mis sospechas se confirmaban, era él. Se había cambiado la ropa de deporte y llevaba la de calle. Me miró durante un momento con cierta comicidad debido al sobresalto que me había provocado su repentina entrada. Después avanzó unos pasos y se apoyó en el cabecero de la camilla, pero sin apartar los ojos de los míos. Los clavó como si a través de ellos pudiera adivinar que pensaba. Sonrió.
-¿Cómo te encuentras?- preguntó dulcemente- no e hiciste mucho daño, ¿no?
La forma aterciopelada de hablar que tenía lograba que mi piel se erizase y que las palabras se aglomeraran en mi boca, como un montón de personas que se agrupan en una misma puerta, ninguna de ellas sale.
-Bien, gracias a ti- logré decir torpemente- si no hubieras estado ahí…- suspiré- esa rama me hubiera hecho puré.
-No sé si puré pero carne picadilla al menos- bromeó y con la tensión del ambiente, no pude evitar reír- me gusta tu sonrisa- dijo suavemente- y que tengas los cachetes tan colorados supone que estás mejor; me alegro.
Creí que era el momento idóneo para pedirle perdón por lo del beso, tragué saliva y me abalancé a disculparme por hacerle pasar tal bochorno.
-Esto… Jonathan- el me miró- quería disculparme con tigo, esta mañana no sé que ha pasado… y… bueno, no debe ser agradable ser besada por un desconocido… no sé que ha pasado…-repetí. Él se quedó pensativo y al cabo de un rato se sentó en el borde de la cama y me tocó una mano, en señal de que dejase de hablar.
-Primero; puede que tú no sepas que ha pasado, pero yo sí- dijo directo- yo quería besarte, y yo te he incitado, por no decir ordenado, a que lo hagas- se me descompuso la cara ante tal explicación. ¿Qué él me ordenaba a mí? Pero ¿será posible? Tal era mi shock que no reaccioné, y el prosiguió hablando- Segundo; fue más que agradable besarte, tienes unos labios muy sugerentes- e inconscientemente me llevé la mano a la boca- y por cierto, me apetece besarte ahora…- se incorporó y se acercó a mí; pero salí de mi shock emocional y respondí.
-¡Pero Bueno!- le frené con los brazos- ¿tú de qué vas?- mi tono era más de indignación que de enfado; y ¿por qué no decirlo? Desilusión. Mi “salvador” del día, resultaba ser un estúpido prepotente. Había que dejar las cosas claras- primero, en mí no manda ni el tato, ¿te queda claro? No me dicen ni mis padres que hacer para que llegues tú, niñato del tres al cuarto a decirme que me ordenas besarte. Y segundo, ¿de verdad eres tan necio para pensar que te voy a dejar una segunda vez? Deja de soñar y vete de aquí antes de que grite.
Lejos de enfadarse soltó una pequeña carcajada y se volvió a acercar a mí. Me cogió de la barbilla y me hizo mirarle a los ojos.
-¿te demuestro como soy capaz de doblegarte?- dijo y de repente noté como una especie de fuerza que me dejaba inmóvil e incapaz de controlar mi cuerpo. Era la segunda vez que pasaba. Se acercó a mí. Paseó sus labios desde mi frente, deslizándolos por la nariz y frenándolos en mi boca. Se detuvo aunque a una distancia que ni una aguja cabía. Me volvió a mirar y sonrió- cuando yo digo las cosas, no las digo por que sí. Si hay algo que me atrae de ti es ese carácter. Me divertiré doblegándote. Me gustan los retos.- acercó su boca a mi oído y susurró- no te preocupes si no lo entiendes; pronto resolveré tus dudas- volvió a mirarme. Rozó mis labios con la punta de su lengua y se levantó. Hasta que no sonó la puerta confirmando que se había ido, no volví a sentirme dueña de mi misma. Estaba temblando pero sudaba a la vez. Cuando volvió la enfermera me aconsejó quedarme en cama y que al día siguiente no fuera a clase. Pero no la escuché. Estaba asustada, pero necesitaba la necesidad de verle; así que nevara, tronase o me estuviera muriendo, sabía que ya no podía haber un día en que mis ojos no cruzasen mirada con aquellas pupilas penetrante e iris violetas.
-¿Cómo te encuentras?- preguntó dulcemente- no e hiciste mucho daño, ¿no?
La forma aterciopelada de hablar que tenía lograba que mi piel se erizase y que las palabras se aglomeraran en mi boca, como un montón de personas que se agrupan en una misma puerta, ninguna de ellas sale.
-Bien, gracias a ti- logré decir torpemente- si no hubieras estado ahí…- suspiré- esa rama me hubiera hecho puré.
-No sé si puré pero carne picadilla al menos- bromeó y con la tensión del ambiente, no pude evitar reír- me gusta tu sonrisa- dijo suavemente- y que tengas los cachetes tan colorados supone que estás mejor; me alegro.
Creí que era el momento idóneo para pedirle perdón por lo del beso, tragué saliva y me abalancé a disculparme por hacerle pasar tal bochorno.
-Esto… Jonathan- el me miró- quería disculparme con tigo, esta mañana no sé que ha pasado… y… bueno, no debe ser agradable ser besada por un desconocido… no sé que ha pasado…-repetí. Él se quedó pensativo y al cabo de un rato se sentó en el borde de la cama y me tocó una mano, en señal de que dejase de hablar.
-Primero; puede que tú no sepas que ha pasado, pero yo sí- dijo directo- yo quería besarte, y yo te he incitado, por no decir ordenado, a que lo hagas- se me descompuso la cara ante tal explicación. ¿Qué él me ordenaba a mí? Pero ¿será posible? Tal era mi shock que no reaccioné, y el prosiguió hablando- Segundo; fue más que agradable besarte, tienes unos labios muy sugerentes- e inconscientemente me llevé la mano a la boca- y por cierto, me apetece besarte ahora…- se incorporó y se acercó a mí; pero salí de mi shock emocional y respondí.
-¡Pero Bueno!- le frené con los brazos- ¿tú de qué vas?- mi tono era más de indignación que de enfado; y ¿por qué no decirlo? Desilusión. Mi “salvador” del día, resultaba ser un estúpido prepotente. Había que dejar las cosas claras- primero, en mí no manda ni el tato, ¿te queda claro? No me dicen ni mis padres que hacer para que llegues tú, niñato del tres al cuarto a decirme que me ordenas besarte. Y segundo, ¿de verdad eres tan necio para pensar que te voy a dejar una segunda vez? Deja de soñar y vete de aquí antes de que grite.
Lejos de enfadarse soltó una pequeña carcajada y se volvió a acercar a mí. Me cogió de la barbilla y me hizo mirarle a los ojos.
-¿te demuestro como soy capaz de doblegarte?- dijo y de repente noté como una especie de fuerza que me dejaba inmóvil e incapaz de controlar mi cuerpo. Era la segunda vez que pasaba. Se acercó a mí. Paseó sus labios desde mi frente, deslizándolos por la nariz y frenándolos en mi boca. Se detuvo aunque a una distancia que ni una aguja cabía. Me volvió a mirar y sonrió- cuando yo digo las cosas, no las digo por que sí. Si hay algo que me atrae de ti es ese carácter. Me divertiré doblegándote. Me gustan los retos.- acercó su boca a mi oído y susurró- no te preocupes si no lo entiendes; pronto resolveré tus dudas- volvió a mirarme. Rozó mis labios con la punta de su lengua y se levantó. Hasta que no sonó la puerta confirmando que se había ido, no volví a sentirme dueña de mi misma. Estaba temblando pero sudaba a la vez. Cuando volvió la enfermera me aconsejó quedarme en cama y que al día siguiente no fuera a clase. Pero no la escuché. Estaba asustada, pero necesitaba la necesidad de verle; así que nevara, tronase o me estuviera muriendo, sabía que ya no podía haber un día en que mis ojos no cruzasen mirada con aquellas pupilas penetrante e iris violetas.
2 comentarios:
Tu historia es apasionante, desde el principio te engancha... estoy deseando ver el próximo capítulo... ¿qué pasará entre Jonathan y Danielle?
Por cierto, tienes mucho gusto para elegir las fotos...
Un besazo!!!
Siempre tuya
LUCIE
Nataliaaaa
¿como estas? necesito saber de ti ya!
me encanta la historia,tqm bss
Publicar un comentario