-Jonathan, ven a mis aposentos- dijo en voz dura y severa
-Padre…- dijo algo cohibido por su presencia, pero sin soltar mis manos- en este momento no puedo…
-No es una petición, es una orden- respondió bruscamente- quiero veros ya.- y salió de la habitación rápidamente pero sin perder ese aire nobiliario que le caracterizaba.
-Espérame aquí- me intentó tranquilizar- volveré en seguida- me acarició la cara y salió de la habitación. Quería demostrarme que estaba tranquilo, pero no lo era. Sus ojos le delataban. Me quedé un rato dando vueltas alrededor de la habitación, pero no podía más, y salí en busca de Jonathan. Deambulé por los pasillos hasta que recordé donde se situaba la habitación de Lord Henry. La puerta estaba encajada y desde lejos se podía oír al monarca bufar a su hijo en señal de reproche. Me acerqué un poco y sin saber por qué, sentí el irrefrenable deseo de escuchar.
-¡¿cómo has podido hacernos esto Jonathan?!- gritó Lord Henry
-¿Hacer qué padre? ¿Intentar salvar una vida inocente?- le reprochó- ¡no es necesario matar! ¡No somos asesinos!
-Nos mantienen vivos para cumplir una misión. Llevamos muchas generaciones cumpliéndola. Cada uno de nuestro linaje las ha ido eliminando, una a una… pero tú; mi propio hijo se encapricha de ella y nos condena a todos a morir- no entendía nada, pero sus palabra sonaban hirientes. Miré por la rendija de la puerta. Jonathan se veía destrozado.
-La quiero padre…-medio susurró
-¡No hay amor que valga!- repuso lleno de histeria- en pocos meses se convertirá en una asesina, no reconocerá nada de lo que ha vivido, no sabrá quienes somos y nos dará la más cruel muerte. ¿Podrá salvarte el amor de eso? Yo creo que no.- se volvió y le dio la espalda. Jonathan tenía la mirada clavada en el suelo. La levantó lentamente y dirigió una mirada a su padre.
- Eso es lo que le pasó con mamá ¿no?- se me encogió el corazón- no te importaba cuanto la amabas, incluso tuviste un hijo con ella- se señaló- en cuanto supieron que era descendiente de Erzsébet Báthory la mataron sin ninguna compasión- el tono de Jonathan era amargo, como el de un niño perdido. Aunque gritaba, no corrompió su voz. Sentí deseos de ir a consolarle, pero no podía.- y ahora… ¿pretendes que yo haga lo mismo? ¿Qué vea como la matan?
-Por culpa de aquella mujer existimos Jonathan; míranos, siempre jóvenes, siempre perfectos, con habilidades sobrenaturales… y sin embargo ¡repudiados por el mundo!- elevó a su hijo por la blusa- ¡los vampiros no deberíamos existir! ¡Somos monstruos! ¡Asesinos!
-no todos padre…- dijo tranquilamente- ¿Quién te asegura a ti que ella sea la descendiente directa?
-¡Maldita sea Jonathan mira el pergamino! – le señaló una hija amarillenta y algo doblada- la misma cara, los mismos ojos, los mismos labios y el mismo cabello ¡Es ella! ¡Y si no la detenemos se vengará de todos los nobles por lo que le hicieron!- dejó caer el pergamino al suelo y se deslizó cerca de la puerta. Cayó por la parte dibujada y al ver a la mujer, se me heló la sangre. Mis ojos no daban crédito. La asesina de la que hablaban, la mujer a la que debían de matar era…yo. Me llevé las manos a la boca y me agaché para ver mejor la imagen, sin duda alguna, era yo. Sin pensármelo dos veces, me puse en pie y entré en la habitación interrumpiendo la escena.
-¡Danielle!-exclamó Jonathan, cuya camisa aún seguía aferrada por su padre.
-Quiero que me expliquéis esto- dictaminé levantando el pergamino del suelo. Lord Henry soltó una carcajada maliciosa y soltó a su hijo. Se aproximó a mí- exijo una explicación
-Creo que tienes razón -me sonrió- ¿Jonathan, por que no le explicas a tu noviecita el motivo de nuestra discusión?- le miré, pero apartó sus ojos para que no pudiera mirarle- eres un cobarde- le insultó Lord Henry. Se volvió a mí y me tomó del brazo- ya que tu amado no lo hace, lo haré yo- me lanzó en una butaca para que me sentara- toma asiento señorita- y cerró las puertas con llave.- supongo que Jonathan te habrá comentado que somos vampiros de dinero debido a que protegemos a los nobles, ¿no?- asentí. Lord Henry hablaba dando vueltas alrededor mía mientras Jonathan estaba sentado en la cama con las manos en la cara- “¿Por qué nos protegen?” Te preguntarás, pues lo hacen por que tenemos la misión de protegerles de los peligros; concretamente de uno.- hizo una pausa y tomó aire- verás, hubo una mujer, húngara. Una condesa llamada Erzsébet Báthory, sobrina del príncipe de Transilvania, obsesionada con conseguir la inmortalidad. Solía secuestrar a mujeres vírgenes y torturarlas en lo que ella llamaba “la doncella de hierro”, sabes lo que es, ¿no?- la cabeza me daba vueltas y estaba sufriendo arcadas. Claro que sabía que era, la tortura de un ataúd lleno de puntas afilabas que se te clavaban y te desangrabas. Era repulsivo- pues como imaginarás, ella inició el vampirismo pues se alimentaba de la sangre de las doncellas para lucir siempre joven y bella. Contaba con 18 años cuando su tío la condenó, tras haber oído los rumores y escuchado las torturas a las que sometía a las mujeres. Así que decidieron aniquilarla.- Lord Henry me miró. Creía que iba a vomitar en cualquier momento, estaba aterrada con la historia que me estaba contando.
-¡Basta padre, la estas asustando!
-¡Tiene derecho a saber la verdad!- volvió a mirarme- Así que la condenaron por brujería; ejecutaron y la quemaron, pero ella les maldijo a todos. Todas sus descendientes directas al cumplir los 18 años desarrollarían su ansia de sangre y se vengarían de aquellos que las mataron. Nosotros nos encargamos de localizar a las descendientes y aniquilarlas.- y si Lord Henry hubiera podido asesinarme con la mirada, no estaría aquí contando mi historia.
-¡Pero no es siempre así! El linaje de Erzsébet se fue perdiendo a medida que se unía al de los mortales. Ha habido caso en el que la metamorfosis no se daba al caso. Sólo en la generación directa. Sólo ha habido dos casos en los que no se ha sabido si se iba a producir la transformación
-¿Qué quiere decir eso?- me incorporé un poco e intenté sonar firme, pero no lo logré.
-quiere decir que, si la portadora de la sangre de la asesina fuera tu madre, hubieras sido descendiente directa…pero no es así, tu madre no era descendiente por lo tanto tu hermana tampoco… el descendiente es tu padre.
-Por eso nos parecemos tanto…
-Efectivamente señorita, y eso significa que debemos matarte antes de comprobar si eres o no de linaje directo- desenvainó lord Henry su espada y la aproximó a mi cuello
-¡Padre!- gritó Jonathan- si la convertimos en una de los nuestros no se rebelará contra nosotros.
-¡Pero no vas a hacerlo Jonathan, no quieres condenarla!- dijo sin levantar la vista de mí y sin mover la espada de mi garganta- ¡elige ya de una vez! Con nosotros o contra nosotros.- miré a Jonathan. Sus ojos estaban perdidos y él petrificado. No sé que pasaría por su mente, pero sí sabía que pasaba por la mía. Mis sueños de noble, la facilidad que tenía para moverme en la corte, la tranquilidad que sentía aunque fuese un vampiro…todo venía dado por que yo era descendiente de una vampira. Era mi destino. Y yo quería a Jonathan y no me importaba perder mi vida si con ello podía estar con él.
-Muérdeme Jonathan- le dijo en bajo. Él levantó la mirada y Lord Henry me miró complacido- soy la descendiente directa de quien te ha hecho así. Por mi culpa eres lo que eres. Muérdeme, no me quitas nada, por que es mi destino.
-No Danielle, esto que tengo yo no es vida- dijo pesaroso- seré joven, seré inmortal, pero es una vida muy dura. Sabes lo que debes de hacer para convertirte en vampira, la primera condición…
-Es algo horrible, lo sé…- tragué saliva- pero no quiero convertirme en una asesina…
-Piénsalo hijo, si no la haces una de los nuestros habrá que matarla, y si no es por el legado, lo harás por defensa propia… ¿prefieres verla muerta?- Jonathan estaba destrozado. Y yo me sentía lo peor del mundo. Pero ¿qué podía hacer? No quería morir y tampoco convertirme en una asesina. Sólo quería estar con él. Tenía que ser horrible la presión de decidir que hacer con la persona a quien quieres. Fueron instantes de silencio en que ninguno de los tres nos movíamos, pero se hicieron eternos. Finalmente, Jonathan me miró.
-No voy a condenarte a una vida de eternidad- determinó- no, si no tengo la certeza de que no hay más opción.
-¡Maldita sea Jonathan!- Empuñó más fuerte la espada- si no lo haces tú, lo haré yo- me agarró del cuello y empezó a estrangularme. Su fuerza era asombrosa.
-¡Suéltala padre!- y sin saber por qué Lord Henry me soltó. Cuando recobré el aire vi que su hijo le amenazaba las espaldas con otra espalda- tirad el arma.- le ordenó. Lord Henry se resistió pero el ver que su hijo comenzó a clavarle la espada le hizo recapacitar.- Danielle, ven aquí.- me arrastré a sus brazos.- daos la vuelta lentamente padre.- Lord Henry obedeció- ¿te encuentras bien Danielle?- me preguntó mientras, sin levantar la mirada de su padre, me besaba el pelo.
-Pagarás por esto hijo- le amenazó- eres igual que tu madre; sensible y débil. Por eso tuve que matarla.
-¿Qué?- levantó la espada hasta el cuello- ¿De qué hablas?
-Yo también quise salvarla, pero por no ser yo quien le transformara, quise creer que no se rebelaría y así evitaba el matarla. Pero, que su padre fuera del linaje Báthory no impidió que se rebelara, y antes de que se volviera más loca todavía, acabé con ella.- Jonathan se desmoronó. Cayó al suelo de rodillas y a cuatro patas.
-No puede ser…ella era la otra excepción- me arrodillé junto a él- tú fuiste quien la mató…
-Tuve que hacerlo…
-Era tu mujer- susurró
-¡Era mi enemigo!-gritó- pero no te preocupes hijo, pronto te mandaré junto a ella…- levanté la vista. Lord Henry había vuelto a empuñar la espada y se dirigía a su hijo con ella. Jonathan no se movía.
-¡Jonathan, cuidado!- Quise protegerle. Y después todo pasó muy rápido. En una fracción de segundo me encontré tirada en inmóvil en el suelo. Me dolía el hombro. Me llevé las manos a él y al levantarlas las vi teñidas de sangre. De mí sangre. Jonathan me gritaba pero yo no podía oírle. Me levantó y me colocó en la cama. Sus ojos ya no eran violetas. Estaban llenos de odio e ira y teñidos de rojo. Apretó los dientes con fuerza y dejó al descubierto sus fauces. Recogió su espada y se enfrentó con su padre. Sólo recuerdo formas borrosas que se movían de un lado a otro. Intentaba llamarle pero no tenía fuerzas, los ojos se me cerraban, y todo se hizo oscuro.
***
-“¿Dónde estoy? Esto está muy oscuro ¿Estaré muerta?”- pensé. No veía nada. No oía nada. No sentía nada. Sentí una paz increíble.- Qué tranquilidad. No hay dolor, no hay frío, no hay calor… podría quedarme aquí y descansar.- fue entonces cuando oí un lamento lejano- ¿qué es ese ruido?- podía oír mi nombre- “Danielle”- ¿Quién me llama?- poco a poco, los lamentos eran llamadas desesperadas- ¡Por favor despierta! ¡Vuelve!
-¿Quién me llama? - ¿quién podía quererme a mí? Yo no era nada ni nadie como para que alguien me echase de menos.
-Danielle… por favor…- suplicó la voz- vuelve con migo…- Era la voz de un hombre… ¿Papá? No, Jonathan… me había olvidado de él. No me había despedido. No podía morir sin decirle adiós. Quiero volver, me decía. Tengo que seguir la voz… tengo que ir con él… eché a correr en busca de la voz de mi amado. Si debía morir, quería decirle adiós.
-Danielle…no te vayas…- decía la voz en medio llanto. Se alejaba…cada vez la oía más lejana.
-¡No!- gritaba- ¡No te vayas! ¡No quiero morir! ¡Quiero estar con tigo…! ¡Quiero estar con tigo!
Entonces vi una luz que cegó mis ojos, y aunque tenía miedo y no sabía que significaba avancé a ella.
***
-Dios mío Danielle…- sollozó él- ¡despiértate! ¡Maldita sea! ¡Despierta!- con gran dificultad lo fui haciendo. Sólo podía ver figuras borrosas, pero lo escuchaba todo. Quería hablar y moverme pero no podía. No tenía fuerza. Emití un leve quejido y Jonathan se puso aún más nervioso.- ¡Estás viva! ¡Amor mío!- me tomó y me apretó contra su pecho, pero me hacía daño, y me quejé.- lo siento…- se desgarró la blusa y empezó a anudarla a mi hombro con fuerza- así espero que se pare la hemorragia. – me cogió en sus brazos y me aferró como con miedo a que me fuera a ir, medio me acunaba como a una niña pequeña. Estuvo largo rato en silencio- perdóname Danielle- dijo al fin- te he tenido engañada todo este tiempo.- suspiró- nunca te traje para que hicieras esa ridícula competición… lo hice para salvarte de nosotros mismos…- le miré. Estaba tan desconsolado, que si él hubiera podido habría roto a llorar hacía rato- nunca tuve intención de elegir a Susan, Erika o a Megan…sólo las tenía aquí para resguardarlas de peligros mayores, cómo hice con tigo.- me apretó contra sí- sólo quería evitar una muerte injusta. He vivido muchas décadas viendo como asesinaban a chicas inocentes, y no quería que te hicieran lo mismo…jamás pensé que me enamoraría de ti- me cogió la cara con una mano- pero jamás me arrepentiría por que eres lo mejor que me ha pasado nunca; y no quiero que mueras... por favor, no quiero ser el culpable de tu muerte también… Te quiero.-
Cada vez me iba sintiendo más y más cansada, acerté a sentir como dos lágrimas caían de mis ojos. Yo también le quería. Él había sido lo único que me había hecho sentir especial. Quería hablarle, quería decirle que le quería, pero la fuerza me iba abandonando poco a poco. Y me quedé dormida bajo el arrullo de su voz y entre sus brazos.
-Padre…- dijo algo cohibido por su presencia, pero sin soltar mis manos- en este momento no puedo…
-No es una petición, es una orden- respondió bruscamente- quiero veros ya.- y salió de la habitación rápidamente pero sin perder ese aire nobiliario que le caracterizaba.
-Espérame aquí- me intentó tranquilizar- volveré en seguida- me acarició la cara y salió de la habitación. Quería demostrarme que estaba tranquilo, pero no lo era. Sus ojos le delataban. Me quedé un rato dando vueltas alrededor de la habitación, pero no podía más, y salí en busca de Jonathan. Deambulé por los pasillos hasta que recordé donde se situaba la habitación de Lord Henry. La puerta estaba encajada y desde lejos se podía oír al monarca bufar a su hijo en señal de reproche. Me acerqué un poco y sin saber por qué, sentí el irrefrenable deseo de escuchar.
-¡¿cómo has podido hacernos esto Jonathan?!- gritó Lord Henry
-¿Hacer qué padre? ¿Intentar salvar una vida inocente?- le reprochó- ¡no es necesario matar! ¡No somos asesinos!
-Nos mantienen vivos para cumplir una misión. Llevamos muchas generaciones cumpliéndola. Cada uno de nuestro linaje las ha ido eliminando, una a una… pero tú; mi propio hijo se encapricha de ella y nos condena a todos a morir- no entendía nada, pero sus palabra sonaban hirientes. Miré por la rendija de la puerta. Jonathan se veía destrozado.
-La quiero padre…-medio susurró
-¡No hay amor que valga!- repuso lleno de histeria- en pocos meses se convertirá en una asesina, no reconocerá nada de lo que ha vivido, no sabrá quienes somos y nos dará la más cruel muerte. ¿Podrá salvarte el amor de eso? Yo creo que no.- se volvió y le dio la espalda. Jonathan tenía la mirada clavada en el suelo. La levantó lentamente y dirigió una mirada a su padre.
- Eso es lo que le pasó con mamá ¿no?- se me encogió el corazón- no te importaba cuanto la amabas, incluso tuviste un hijo con ella- se señaló- en cuanto supieron que era descendiente de Erzsébet Báthory la mataron sin ninguna compasión- el tono de Jonathan era amargo, como el de un niño perdido. Aunque gritaba, no corrompió su voz. Sentí deseos de ir a consolarle, pero no podía.- y ahora… ¿pretendes que yo haga lo mismo? ¿Qué vea como la matan?
-Por culpa de aquella mujer existimos Jonathan; míranos, siempre jóvenes, siempre perfectos, con habilidades sobrenaturales… y sin embargo ¡repudiados por el mundo!- elevó a su hijo por la blusa- ¡los vampiros no deberíamos existir! ¡Somos monstruos! ¡Asesinos!
-no todos padre…- dijo tranquilamente- ¿Quién te asegura a ti que ella sea la descendiente directa?
-¡Maldita sea Jonathan mira el pergamino! – le señaló una hija amarillenta y algo doblada- la misma cara, los mismos ojos, los mismos labios y el mismo cabello ¡Es ella! ¡Y si no la detenemos se vengará de todos los nobles por lo que le hicieron!- dejó caer el pergamino al suelo y se deslizó cerca de la puerta. Cayó por la parte dibujada y al ver a la mujer, se me heló la sangre. Mis ojos no daban crédito. La asesina de la que hablaban, la mujer a la que debían de matar era…yo. Me llevé las manos a la boca y me agaché para ver mejor la imagen, sin duda alguna, era yo. Sin pensármelo dos veces, me puse en pie y entré en la habitación interrumpiendo la escena.
-¡Danielle!-exclamó Jonathan, cuya camisa aún seguía aferrada por su padre.
-Quiero que me expliquéis esto- dictaminé levantando el pergamino del suelo. Lord Henry soltó una carcajada maliciosa y soltó a su hijo. Se aproximó a mí- exijo una explicación
-Creo que tienes razón -me sonrió- ¿Jonathan, por que no le explicas a tu noviecita el motivo de nuestra discusión?- le miré, pero apartó sus ojos para que no pudiera mirarle- eres un cobarde- le insultó Lord Henry. Se volvió a mí y me tomó del brazo- ya que tu amado no lo hace, lo haré yo- me lanzó en una butaca para que me sentara- toma asiento señorita- y cerró las puertas con llave.- supongo que Jonathan te habrá comentado que somos vampiros de dinero debido a que protegemos a los nobles, ¿no?- asentí. Lord Henry hablaba dando vueltas alrededor mía mientras Jonathan estaba sentado en la cama con las manos en la cara- “¿Por qué nos protegen?” Te preguntarás, pues lo hacen por que tenemos la misión de protegerles de los peligros; concretamente de uno.- hizo una pausa y tomó aire- verás, hubo una mujer, húngara. Una condesa llamada Erzsébet Báthory, sobrina del príncipe de Transilvania, obsesionada con conseguir la inmortalidad. Solía secuestrar a mujeres vírgenes y torturarlas en lo que ella llamaba “la doncella de hierro”, sabes lo que es, ¿no?- la cabeza me daba vueltas y estaba sufriendo arcadas. Claro que sabía que era, la tortura de un ataúd lleno de puntas afilabas que se te clavaban y te desangrabas. Era repulsivo- pues como imaginarás, ella inició el vampirismo pues se alimentaba de la sangre de las doncellas para lucir siempre joven y bella. Contaba con 18 años cuando su tío la condenó, tras haber oído los rumores y escuchado las torturas a las que sometía a las mujeres. Así que decidieron aniquilarla.- Lord Henry me miró. Creía que iba a vomitar en cualquier momento, estaba aterrada con la historia que me estaba contando.
-¡Basta padre, la estas asustando!
-¡Tiene derecho a saber la verdad!- volvió a mirarme- Así que la condenaron por brujería; ejecutaron y la quemaron, pero ella les maldijo a todos. Todas sus descendientes directas al cumplir los 18 años desarrollarían su ansia de sangre y se vengarían de aquellos que las mataron. Nosotros nos encargamos de localizar a las descendientes y aniquilarlas.- y si Lord Henry hubiera podido asesinarme con la mirada, no estaría aquí contando mi historia.
-¡Pero no es siempre así! El linaje de Erzsébet se fue perdiendo a medida que se unía al de los mortales. Ha habido caso en el que la metamorfosis no se daba al caso. Sólo en la generación directa. Sólo ha habido dos casos en los que no se ha sabido si se iba a producir la transformación
-¿Qué quiere decir eso?- me incorporé un poco e intenté sonar firme, pero no lo logré.
-quiere decir que, si la portadora de la sangre de la asesina fuera tu madre, hubieras sido descendiente directa…pero no es así, tu madre no era descendiente por lo tanto tu hermana tampoco… el descendiente es tu padre.
-Por eso nos parecemos tanto…
-Efectivamente señorita, y eso significa que debemos matarte antes de comprobar si eres o no de linaje directo- desenvainó lord Henry su espada y la aproximó a mi cuello
-¡Padre!- gritó Jonathan- si la convertimos en una de los nuestros no se rebelará contra nosotros.
-¡Pero no vas a hacerlo Jonathan, no quieres condenarla!- dijo sin levantar la vista de mí y sin mover la espada de mi garganta- ¡elige ya de una vez! Con nosotros o contra nosotros.- miré a Jonathan. Sus ojos estaban perdidos y él petrificado. No sé que pasaría por su mente, pero sí sabía que pasaba por la mía. Mis sueños de noble, la facilidad que tenía para moverme en la corte, la tranquilidad que sentía aunque fuese un vampiro…todo venía dado por que yo era descendiente de una vampira. Era mi destino. Y yo quería a Jonathan y no me importaba perder mi vida si con ello podía estar con él.
-Muérdeme Jonathan- le dijo en bajo. Él levantó la mirada y Lord Henry me miró complacido- soy la descendiente directa de quien te ha hecho así. Por mi culpa eres lo que eres. Muérdeme, no me quitas nada, por que es mi destino.
-No Danielle, esto que tengo yo no es vida- dijo pesaroso- seré joven, seré inmortal, pero es una vida muy dura. Sabes lo que debes de hacer para convertirte en vampira, la primera condición…
-Es algo horrible, lo sé…- tragué saliva- pero no quiero convertirme en una asesina…
-Piénsalo hijo, si no la haces una de los nuestros habrá que matarla, y si no es por el legado, lo harás por defensa propia… ¿prefieres verla muerta?- Jonathan estaba destrozado. Y yo me sentía lo peor del mundo. Pero ¿qué podía hacer? No quería morir y tampoco convertirme en una asesina. Sólo quería estar con él. Tenía que ser horrible la presión de decidir que hacer con la persona a quien quieres. Fueron instantes de silencio en que ninguno de los tres nos movíamos, pero se hicieron eternos. Finalmente, Jonathan me miró.
-No voy a condenarte a una vida de eternidad- determinó- no, si no tengo la certeza de que no hay más opción.
-¡Maldita sea Jonathan!- Empuñó más fuerte la espada- si no lo haces tú, lo haré yo- me agarró del cuello y empezó a estrangularme. Su fuerza era asombrosa.
-¡Suéltala padre!- y sin saber por qué Lord Henry me soltó. Cuando recobré el aire vi que su hijo le amenazaba las espaldas con otra espalda- tirad el arma.- le ordenó. Lord Henry se resistió pero el ver que su hijo comenzó a clavarle la espada le hizo recapacitar.- Danielle, ven aquí.- me arrastré a sus brazos.- daos la vuelta lentamente padre.- Lord Henry obedeció- ¿te encuentras bien Danielle?- me preguntó mientras, sin levantar la mirada de su padre, me besaba el pelo.
-Pagarás por esto hijo- le amenazó- eres igual que tu madre; sensible y débil. Por eso tuve que matarla.
-¿Qué?- levantó la espada hasta el cuello- ¿De qué hablas?
-Yo también quise salvarla, pero por no ser yo quien le transformara, quise creer que no se rebelaría y así evitaba el matarla. Pero, que su padre fuera del linaje Báthory no impidió que se rebelara, y antes de que se volviera más loca todavía, acabé con ella.- Jonathan se desmoronó. Cayó al suelo de rodillas y a cuatro patas.
-No puede ser…ella era la otra excepción- me arrodillé junto a él- tú fuiste quien la mató…
-Tuve que hacerlo…
-Era tu mujer- susurró
-¡Era mi enemigo!-gritó- pero no te preocupes hijo, pronto te mandaré junto a ella…- levanté la vista. Lord Henry había vuelto a empuñar la espada y se dirigía a su hijo con ella. Jonathan no se movía.
-¡Jonathan, cuidado!- Quise protegerle. Y después todo pasó muy rápido. En una fracción de segundo me encontré tirada en inmóvil en el suelo. Me dolía el hombro. Me llevé las manos a él y al levantarlas las vi teñidas de sangre. De mí sangre. Jonathan me gritaba pero yo no podía oírle. Me levantó y me colocó en la cama. Sus ojos ya no eran violetas. Estaban llenos de odio e ira y teñidos de rojo. Apretó los dientes con fuerza y dejó al descubierto sus fauces. Recogió su espada y se enfrentó con su padre. Sólo recuerdo formas borrosas que se movían de un lado a otro. Intentaba llamarle pero no tenía fuerzas, los ojos se me cerraban, y todo se hizo oscuro.
***
-“¿Dónde estoy? Esto está muy oscuro ¿Estaré muerta?”- pensé. No veía nada. No oía nada. No sentía nada. Sentí una paz increíble.- Qué tranquilidad. No hay dolor, no hay frío, no hay calor… podría quedarme aquí y descansar.- fue entonces cuando oí un lamento lejano- ¿qué es ese ruido?- podía oír mi nombre- “Danielle”- ¿Quién me llama?- poco a poco, los lamentos eran llamadas desesperadas- ¡Por favor despierta! ¡Vuelve!
-¿Quién me llama? - ¿quién podía quererme a mí? Yo no era nada ni nadie como para que alguien me echase de menos.
-Danielle… por favor…- suplicó la voz- vuelve con migo…- Era la voz de un hombre… ¿Papá? No, Jonathan… me había olvidado de él. No me había despedido. No podía morir sin decirle adiós. Quiero volver, me decía. Tengo que seguir la voz… tengo que ir con él… eché a correr en busca de la voz de mi amado. Si debía morir, quería decirle adiós.
-Danielle…no te vayas…- decía la voz en medio llanto. Se alejaba…cada vez la oía más lejana.
-¡No!- gritaba- ¡No te vayas! ¡No quiero morir! ¡Quiero estar con tigo…! ¡Quiero estar con tigo!
Entonces vi una luz que cegó mis ojos, y aunque tenía miedo y no sabía que significaba avancé a ella.
***
-Dios mío Danielle…- sollozó él- ¡despiértate! ¡Maldita sea! ¡Despierta!- con gran dificultad lo fui haciendo. Sólo podía ver figuras borrosas, pero lo escuchaba todo. Quería hablar y moverme pero no podía. No tenía fuerza. Emití un leve quejido y Jonathan se puso aún más nervioso.- ¡Estás viva! ¡Amor mío!- me tomó y me apretó contra su pecho, pero me hacía daño, y me quejé.- lo siento…- se desgarró la blusa y empezó a anudarla a mi hombro con fuerza- así espero que se pare la hemorragia. – me cogió en sus brazos y me aferró como con miedo a que me fuera a ir, medio me acunaba como a una niña pequeña. Estuvo largo rato en silencio- perdóname Danielle- dijo al fin- te he tenido engañada todo este tiempo.- suspiró- nunca te traje para que hicieras esa ridícula competición… lo hice para salvarte de nosotros mismos…- le miré. Estaba tan desconsolado, que si él hubiera podido habría roto a llorar hacía rato- nunca tuve intención de elegir a Susan, Erika o a Megan…sólo las tenía aquí para resguardarlas de peligros mayores, cómo hice con tigo.- me apretó contra sí- sólo quería evitar una muerte injusta. He vivido muchas décadas viendo como asesinaban a chicas inocentes, y no quería que te hicieran lo mismo…jamás pensé que me enamoraría de ti- me cogió la cara con una mano- pero jamás me arrepentiría por que eres lo mejor que me ha pasado nunca; y no quiero que mueras... por favor, no quiero ser el culpable de tu muerte también… Te quiero.-
Cada vez me iba sintiendo más y más cansada, acerté a sentir como dos lágrimas caían de mis ojos. Yo también le quería. Él había sido lo único que me había hecho sentir especial. Quería hablarle, quería decirle que le quería, pero la fuerza me iba abandonando poco a poco. Y me quedé dormida bajo el arrullo de su voz y entre sus brazos.
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